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—Ya basta de mentiras Poncho, quiero vivir en paz contigo. Quiero salir contigo a cenar, a tomar un café, a pasear de la mano contigo, abrazarte y besarte donde se me dé la gana... quiero disfrutar mi embarazo... ya me cansé de esconderme. Lo diré. Blanquearé todo — Decidí parada en medio de la sala. Poncho estaba apoyado sobre su escritorio con los brazos cruzados y escuchándome atento.

—Me parece la decisión correcta — Respondió acercándose. Sonreí de lado cuando me abrazó.

—Pero no hoy, no quiero hacerlo porque me ven 'acorralada'. Quiero hacerlo bien, en una revista o un programa de televisión... aunque creo que es mejor una revista — Expliqué separándome y caminando por la oficina. Él asintió. —No diré aún del embarazo, nuestra familia no sabe y no es el modo adecuado para que se enteren — Asintió de acuerdo. —Tendré que llamar a Guillermo, acordar con alguna revista y... ya, decir todo.

—Bien mi amor — Lo miré y su brillo en los ojos me hizo sonreír ampliamente, enamorada, feliz.

—¿Se te pasó el enojo? — Pregunté acariciando sus brazos, jugando con los vellos que se dejaban ver dado a que su camisa estaba arremangada.

—¿Cuál enojo? Aquí la enojada eras tú, que ni siquiera me atendiste las llamadas — Lo miré con un puchero y recordé que sí, era yo la enojada. Me separé con brusquedad sorprendiéndolo.

—No te mereces ni nuestro saludo — Dije volteándome.

—Te pedí perdón — Se acercó e intentó abrazarme por atrás, pero yo me escabullí de sus brazos.

—Era importante la primera cita — Declaré.

—Lo sé, y te pedí perdón Any. ¿Viste que te dije que iba a hacer algo por ustedes? Bueno, hoy he estado organizándolo todo y... dejaré de ser el cirujano del hospital. Seré solo el director, estaré ciertas horas aquí y tendré un horario fijo para llegar a casa — Lo miré sorprendida.

—¿Dejarás... tu trabajo? — Balbuceé.

—No exactamente — Volvió a reposarse en el borde del escritorio y a mirarme. —Solo dejaré de operar. Me ocuparé de la dirección de esta clínica, nada más — Sentí una punzada de culpabilidad, lo miré a los ojos pero luego ya no pude hacerlo más. ¿Iba a dejar su profesión, eso que amaba hacer solo por mí? Era como si yo me pusiera en lugar de Manuel, que de algún modo me obligó a dejar lo que yo amaba... Yo estaba haciendo lo mismo con él. No podía permitirlo.

—No Poncho, yo no permitiré que dejes tu profesión — Dije acercándome. —No me refería a que hicieras eso... no, no podría.

—Es una decisión tomada — Replicó.

—No Alfonso, no lo permitiré. Fui una estúp.ida ¿si? No puedo dejar que tú dejes lo que amas hacer, no puedo ser tan egoísta. Estoy sensible y rara por el embarazo, tengo que entender que es tu trabajo hacer eso y que a veces no podrás llegar a tiempo por esa causa... Soy una ton.ta. No lo hagas — Pedí tomándolo de la mano. Le supliqué con la mirada, pero él negó y acarició mi mejilla.

—Ya Any. Nombré a Camilo como el jefe de cirugías, él es un gran médico cirujano... yo solo estaré en la oficina, ocupándome de la clínica. A la tarde, cuando acabe con todo, volveré a casa y pasaré más tiempo contigo — Explicó. Ya estaba hecho.

—No puedo — Mis ojos se aguaron, y era verdad que el embarazo me tenía hipersensible. Lloré e inmediatamente sentí sus brazos a mi alrededor. —No puedo permitir que lo hagas por unos estú.pidos caprichos míos. No haré lo que me hizo Manuel a mí. No Alfonso — Masajeó mi espalda consolándome y besó mi cabeza antes de separarme.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora