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Sentí mi cuerpo húmedo, precisamente mis muslos húmedos. Abrí mis ojos y todo estaba oscuro ¿Cuánto tiempo había pasado? No había ruidos así que supuse habían pasado apenas minutos desde que había cerrado los ojos. Me sentí incómoda, me sentía mojada... muy mojada. Me senté en la cama, en la oscuridad y busqué a oscuras a Poncho. Al moverme sentí que me fluía algo entre las piernas. Asustada prendí la lámpara de la mesita de noche y vi a Alfonso durmiendo tranquilamente a mi lado, entonces quité las sábanas de arriba de mi cuerpo y me encontré con la peor imagen que pude haber visto en toda mi vida. Sentí miedo. Sentí terror. Toqué mis muslos y mis dedos se mancharon de sangre.

—¡Poncho! — Sollocé con pánico. Mis ojos inmediatamente se volvieron lagunas y mi cuerpo temblaba. —¡Alfonso despierta por favor! ¡Alfonso! — Pero él no despertaba. Lloré y me levanté de la cama. Caminé con la sangre brotándome a borbotones y fui hacia el baño. —Mi hijo — Clamé. —Mi hijo no por favor — Cerré la puerta en shock, abrí el grifo de la ducha con la mente perdida y me quité el camisón y la ropa interior.

—¡Anahí abre la puerta! — Me despertó el desesperado golpe en la puerta. Desconcertada miré a mi alrededor, me encontraba en la tina llena de agua... y el agua tenía un color rojo pálido. Sangre. Miré shockeada el agua sin importarme que Alfonso estuviera casi por tirar la puerta abajo.
Un ruido ensordecedor me sacó de mis pensamientos y tuve a Alfonso arrodillado al lado de la tina. —¿Qué pasó Any? — Preguntó sucumbido por el pánico, mirando la escena con terror. —La cama está manchada — No lo miré. Mantuve mis ojos aguados fijos en el agua. —¡Any respóndeme!

—No lo sé — Negué —Es sangre.

—¡Ya lo sé! — Temblé y Alfonso se arrepintió de haberme gritado. Entonces trató de calmarse. —Vamos al médico Any — Trató de sacarme del agua pero ni siquiera hice nada para incorporarme.

—Ya es tarde Poncho — Susurré. Lo miré y vi el horror en sus ojos. —Perdí a nuestro hijo. Lo perdí.
Sus ojos se oscurecieron y sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo mojado. Vi furia en su mirada. Dio un puñ.etazo en el lavador de manos y sentí como si me matara tan solo con mirarme.

—Es tu culpa ¡Es tu maldita culpa! ¡Eres una irresponsable! ¡Mataste a nuestro hijo! Lo mataste — Ante sus palabras lloré sin consuelo abrazándome a mi misma aún dentro del agua.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! Lo... siento — Sollocé. —Lo siento Poncho... es mi culpa.

Sentí que mi cuerpo se movía, que dos manos me movían sacudiéndome para que abriera los ojos, pero no quería hacerlo. No podía.

—Fue mi culpa — Seguí sollozando.

—Any...

—Mi culpa.

—Any... Any mi amor — Abrí mis ojos y me encontraba acostada, con Alfonso a mi lado con cara de preocupación sacudiéndome para que abriera los ojos.

—Mi hijo — Murmuré incorporándome con brutalidad. Alfonso me sostuvo en sus brazos y me consoló.

—Fue solo una pesadilla — Susurró contra mi cabello. —Todo está bien.

—Poncho, mi hijo — Lloré —No quiero que nada le suceda.

—Shhh — Intentó calmarme —Perdóname, esta pesadilla ha sido por mi culpa. Sé que nunca le harías daño a nuestro hijo, y que lo cuidarás bien. Lo siento mi amor.

—Tengo miedo —Farfullé con la voz rota.

—Todo irá bien cariño — Se separó y acarició mi rostro.

—Abrázame — Pedí que me abrazara y así lo hizo, recostándome junto con él. Apoyé mi rostro en su pecho y lo abracé con fuerzas. —¿Poncho, nuestro hijo estará bien?

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora