23

447 22 0
                                    

—Ven, siéntate — Me pidió. Tomó mi mano pero la quité al instante, sin mirarlo a los ojos. Temía por lo que me tuviera que decir. Todo había estado perfecto, no todo podía ser color de rosa... y mi momento negro estaba por llegar. Ese rebelde naipe que desarmaría mi castillo de cartas, estaba segura, sería lo que Alfonso me tuviera que contar.

—Hazlo rápido — Pedí con la voz rota.

—No lo haré hasta que me asegures que nada entre nosotros cambiará. Necesito que me lo prometas — Negué sin poder mirarlo aún a los ojos. —Mírame — Se acercó y levantó mi barbilla con sus dedos obligándome a mirar sus cristalizados ojos verdes. —Me matas si lloras — Secó mis lágrimas con sus pulgares, con suma delicadeza. Se acercó y besó mis pómulos, apenas rozando sus labios.

—¿Es posible que me lo digas de una buena vez? — Pregunté en un tono crudo. —Terminemos todo esto rápido, no des tantas vueltas Alfonso — Su mirada se congeló y las líneas de su cara se marcaron, se estaba rabiando.

—¿Terminar? — Preguntó —Nada terminará — Advirtió.

—Comienza — Dije obviando sus palabras.

—Te dije que no te lo iba a contar hasta que me prometieras que todo estará bien entre nosotros — Declaró apretando sus puños. Me mantuve serena y asentí. Mis ojos estaban hinchados, me estaba adelantando a lo que me tuviera que confesar... pero es que podía imaginar que era algo grave que cambiaría nuestra situación.

—Intentaré que nada cambie — Me miró fijamente, entonces añadí —Lo prometo.

—Sentémonos — Volvió a pedir, pero me volví a negar.

—Así estoy bien. Dime — Bufó y tomó aire antes de comenzar.

—Primero que nada no te mentí, solo te oculté algo de lo que ni siquiera sospechabas — Comenzó. Me apoyé sobre el sofá y crucé mis brazos, escuchando atenta. Él se movió inquieto por la sala. —Pensaba contártelo cuando todo se solucionara — Volvió a dar vueltas, tomándose la cabeza e inhalando aire con fuerzas.

—Dilo. Solo dilo — Pedí. No soportaba tantas vueltas.

—El problema es... — Tomó aire y me miró. Tuve que ser fuerte para no llorar por ver sus ojos tan empañados. —El problema es que tengo a alguien a cargo — Largó. Fruncí mi entrecejo captando sus palabras. Me miró esperando una respuesta o una reacción, entonces miré el piso y mantuve mi ceño arrugado.

—¿Alguien a cargo? — Pregunté —¿Algo así como... un hijo? ¿Eso no me podías decir? ¿Ese es el "problema"? — Pregunté asombrada.

—No Any, no es precisamente un hijo. No tengo hijos — Aclaró. Bien, si no era un hijo ¿Qué era? Lo miré a los ojos cuando caí en cuenta... una mujer, otra cosa no podía ser.

—¿Eres casado? — Pregunté con la voz rota. Me miró y, tan solo con su mirada, sentí que me clavaba no una, si no varias puñaladas directas al corazón. —No puede ser.

—Mi amor, no soy casado, pero si se trata de una mujer — Concluyó. Me quedé callada sin saber que decir. Luego de unos largos segundos hablé.

—Me... me estás queriendo decir que... tienes... — Acomodé mi cabello, aquella manía que tengo cuando estoy nerviosa —Alfonso ¿es algo más que un familiar tuyo? — Poncho desvió su mirada por unos momentos antes de regresarla a donde yo estaba parada, conmocionada.

—Era mi novia — Comenzó a decir —íbamos a comprometernos, estaba muy enamorado de ella... pero unos días antes tuvo un accidente de coche, iba con su madre — Añadió. Tomó aire, pude notar que era para disimular ese nudo que contenía en la garganta. —Lleva seis meses en coma... y le prometí a su madre, antes de que muriera, que iba a cuidar de ella hasta que estuviera bien dado a que no tiene otra familia — No sabía que decir, nada podía decir. Nunca había visto a Poncho en ese estado... él siempre se demostró fuerte, frio, impenetrable. Ahora estaba afectado, podía notarlo, su voz estaba rota y... el miedo lo rondaba. Dejé que continuara dado a que nada me salía. —No podía dejarla a su suerte, era su novio — Explicó.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora