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No dijo nada, buscó un pantalón de chándal y una camiseta y se los colocó. Me acerqué y con brusquedad lo volteé para que me mirara.

—¡Contéstame maldición! — Pedí apretando los dientes para no gritar muy fuerte —¡Me investigas Poncho! — No le pregunté, se lo afirmé —¡Es todo mentira que supiste quien era un día después de nuestro encuentro! — Él cerró sus ojos, estaba rojo de la furia.

—¡No Anahí! ¡No te investigué! Sé mucho de ti, suficiente... ¿sabes por qué? — Preguntó alzando la voz.

—¡No! ¡Claro que no sé, por eso te estoy preguntando maldición! — Llevé mis manos a mi cabeza, ya me dolía entre tanto grito, tanta sorpresa... tanto todo. Me senté en la cama con mis manos en el rostro.

—¿Qué tienes? — Preguntó acercándose a mí, tomándome de la muñeca. Me solté con bronca y negué.

—Nada. ¿Me vas a decir? — Entonces se arrodilló frente a mí.

—¿Te duele la cabeza? Lo siento, no debí gritarte — Volví a negar y lo miré. —¿Quieres una aspirina? — No dije nada, entonces fue al baño y trajo un comprimido y agua. —Toma — La tomé, dejé el vaso y lo miré.

—Dime como es que sabes tanto de mí — Pedí con la voz baja.

—No te investigué, no soy de esos tipos Annie. Lo que te dije es verdad, pero porque mi hermana es una fan tuya. Conocía el nombre de su ídola pero no su cara, por eso no te conocí hasta que entré a su habitación y vi una revista con una entrevista tuya. Me di cuenta al instante que se trataba de ti — Comenzó explicando. —Me hablaba... de hecho me habla siempre de ti, pero nunca vi una foto como para saber cómo era tal cantante... hasta aquel día, que te vi en las revistas y supe quien eras — Se levantó y caminó por la habitación.

—No porque tu hermana sea mi fan sabes que pasa en mi intimidad, si soy feliz o no — Se volteó y me miró.

—No es por eso, sino porque se te nota. ¿Por qué buscar el sexo afuera si eres feliz con tu marido? Es absurdo, Anahí. No tiene lógica, no trates de aparentar un matrimonio perfecto — Callé. Dicen que el que calla otorga, y yo simplemente no tenía excusas. Debido a mi silencio añadió: —¿Necesitas que te lleve? — No, eso no podía quedar así. ¿Así quedaríamos? ¿Así seria nuestro último encuentro?

—¿Quieres que me vaya? — Respondí con otra pregunta.

—¿Tú no te querías ir? — Me levanté de la cama, miré el reloj sobre la mesita de luz y eran casi las seis de la mañana.

—Necesito llamar a Hanna — Dije. Tomó su celular que estaba en la misma mesita de luz y me lo entregó, luego se retiró de allí dejándome sola y confundida.
Cuando llamé a Hanna, me dijo que ya estaba en su casa, que hacía unos minutos había llegado y que podía pasar por allí. Ahora... ¿Le pedía que me llevara? ¿O que me pidiera un taxi? La segunda opción creo que era la apropiada, así que bajé y lo busqué. Lo encontré en la cocina preparando un desayuno. —Ya me voy — Susurré apenas audible. —¿Puedes pedirme un taxi? — Asintió seriamente y luego habló.

—Si, pero antes desayuna. No puedes salir así — Negué, no me pasaba nada por la garganta, no quería estar más allí en esa situación.

—No, así estoy bien. Quiero irme — Volvió a insistirme pero desistió ante mi fastidio. Entonces me llamó un taxi que estuvo en diez minutos fuera de su casa.

—Ten cuidado — Me dijo. Luego me dio un beso en la mejilla y abrió la puerta. —Un placer haberte conocido Anahí — Un nudo se me formó en la garganta, no quería irme... había una fuerza que me atraía hacia él y no me dejaba ir. Entonces me acerqué y lo besé en la boca. Un beso voraz, necesario. Un beso de despedida.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora