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Me separé de sus labios y lo miré. Mi respiración estaba agitada, mi cara roja y una tremenda excitación palpitaba entre mis piernas.

—¿Me invitas otro trago? — Pregunté aún pegada a su cuerpo, con mis brazos rodeando su cuello. Él sonrió y dejó un beso en mi cuello.

—¿Nunca habías tomado el Dry Martini? — Negué sin despegarme, nuestras caras estaban a centímetros. —Un Dry Martini es poco, pero dos es bastante. No querrás emborracharte — ¿Quería emborracharme? Tal vez lo necesitaba para tener más valor y entregarme completamente a ese hombre que me tenía a punto, pero no, era mejor estar lúcida. Entonces negué. —¿Un tequila? — Eso estaba mejor. Pidió dos shots y luego comenzó a besarme el cuello. Cerré los ojos y me dejé deleitar por la exquisita sensación de su lengua húmeda sobre mi sensible piel. Cuando abrí los ojos dado a un mordisco suyo, vi a lo lejos a Hanna con dos tipos. Uno la besaba y el otro la acariciaba. No quité mis ojos de allí, seguí mirando mientras sentía como éste hombre me succionaba la piel. Entonces mis pezones se endurecieron más, un hormigueo comenzó dentro de mi vientre y tuve que ahogar un gemido. Hanna me vio y me señaló a los tipos, luego se levantó y me hizo otra seña que logré descifrar. Se iba con ellos.
Me separé de Poncho y lo besé en la boca, antes de separarme le mordí el labio inferior y seguidamente me tomé el shot de tequila de un trago.

—Vámonos ya — Jadeé. El placer que sentía no me dejaba siquiera hablar, a duras penas le pedí que me llevara de allí a un lugar más íntimo.

—Te llevaré, queda aquí dentro — Hanna no me había dado detalles del lugar, así que no sabía casi nada. Me dejé guiar por él sobre el tumulto de personas. No me importaba no conocerlo, necesitaba apagar este fuego que él solito había prendido.

Llegamos a una puerta, atravesamos un pasillo y la luz se hizo presente. Era algo así tipo un hotel, había puertas con números y una recepcionista estaba detrás de un mostrador. Era un hotel, que por cierto parecía muy prestigioso, y estaba en el mismo antro. Me pregunté cuánto costaría este lugar... Hanna no me lo había dicho. ¡No me había dicho muchas cosas! Íbamos caminando, Poncho me llevaba de la mano. Pidió una habitación y le dieron la mejor suite, por lo que pude escuchar. Mientras nos acercábamos a la habitación, mis oídos retumbaban, sentía la sangre circular en mi cara y estaba muy acalorada. No sabía si por la vergüenza o por la excitación. Cuando frenó frente a la puerta 105 me miró, pude notar cómo me preguntó con la mirada si estaba segura. Asentí y me acerqué para besarlo. Fui yo misma quien profundizó el beso, y cuando creí que yo llevaba el control, el me lo quitó. Nuestras lenguas estaba en una lucha por tomar el control, y la suya iba ganando. Me tomó de la cintura con suavidad pero con posesión, acercándome a su excitación. Gemí cuando sentí sus manos sobre mi trasero. Acarició mis muslos y se separó para dejarme entrar a la habitación.

Ingresé sin soltar su mano, y quedé fascinada con lo que vi. Una hermosa suite, con una cama gigante. Un camino de pétalos rojos nos llevaba hasta una mesita donde reposaba un champan y dos copas de cristales. Lo miré y sonreí. Tiró de mi mano con suavidad y me llevó hasta allí.

—¿Eres nueva verdad? Nunca te había visto aquí — Dijo mientras servía champan en las copas.

—Primera vez — Respondí tomando la copa que me tendió. —Mi amiga viene muy seguido por aquí — Tendió su copa y la chocó con la mía.

—Te vi llegar con Montana — Me era inevitable no sonreír a escuchar el apodo de Hanna. —Tienes una sonrisa hermosa — Disminuí mi sonrisa, convirtiéndola en una más tímida. —Te sonrojas — Añadió acariciando mis mejillas rojas.

—Gracias, y si ella es — Respondí dándole un sorbo al champan. Él hizo lo mismo y luego dejó su copa en la mesita nuevamente, me quitó la mía y la dejó al lado. Seguidamente se acercó y me besó, un nuevo gemido salió de mi garganta que él ahogó con su fogoso beso. No recuerdo que nadie me haya besado de esa forma, me volvía loca pero sobretodo me excitaba mucho.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora