14

652 27 2
                                    

Me separé de su cuerpo sin dejar de abrazarlo, solo lo suficiente para mirarlo a los ojos. Ojos que estaban recargados de un brillo que jamás había visto en él. Lo tomé de las mejillas con mis manos y junté nuestras frentes, entonces tuve el valor suficiente para hablar.

—No me hagas esto — Pedí con un hilo de voz cerrando mis ojos para evitar que las lágrimas me ganaran.
Sus manos se aferraron con suavidad a mi espalda, acariciándola con suaves toques. Besó mi mentón y luego mis labios, seguidamente sonrió.

—¿No me escuchas? Me enamoré de ti... te amo Anahí — Sin poder seguir reteniendo las lágrimas las dejé fluir. Negué nuevamente y abrí los ojos.

—No, no lo sientes. Lo dices para que no te deje, para que sigamos con esto — Esta vez fue él quien negó con la cabeza, y acomodó mi cabello hacia atrás.

—¿Por qué no me crees? Mírame — Levantó levemente mi mentón para que lo mirara, y cuando lo hice volvió a repetirlo. —Te amo. Es amor lo que siento por ti, por eso me es difícil separarme de ti. Me da pánico perderte y no volver a verte, ni a tenerte. Por favor Any, créeme — Tomó mi mano y la colocó sobre su pecho en el lado izquierdo. Su corazón latía frenéticamente.

—Dímelo otra vez. Dímelo y te juro que soy capaz de luchar por ti hasta el fin. Dime que es verdad esto que sientes — Seguíamos en la misma posición, con las frentes juntas, aún unidos en cuerpo y sus manos reposaban en mis caderas.

—Mírame — Volvió a pedirme. Lo miré con fijeza a los ojos y lo repitió. —Te amo preciosa. Déjame ser parte de ti, déjame demostrarte cuanto te quiero — Me abracé más a su cuerpo y lloré en sus brazos mientras él me acariciaba la espalda para tranquilizarme.

—Por Dios Alfonso — Lloré volviendo a mirarlo, frente a frente —Pensé que no sentías lo mismo. No sabes lo feliz que me haces con esto — Confesé. Al mismo instante vi como sonreía complacido. Me acerqué y lo besé, lo besé profundamente mientras sentía mi corazón invadido por un sentimiento único que nunca antes había sentido por ningún hombre. Lo confirmaba ahorita mismo, jamás me había enamorado de alguien como hasta ahora. ¿Necesitaba de sus palabras para darme cuenta que me había enamorado? —No me dejes nunca — Le pedí contra su pecho. —Me enamoré como idi.ota de ti, y tengo miedo. Tampoco quiero perderte — Me quitó de encima de él y gemí al sentirme vacía nuevamente.

—No te dejaré, pero tienes que dejarme estar contigo. No quieras alejarme porque no lo permitiré. No permitiré perder a la mujer de mi vida — Sonreí emocionada, e iba a acercarme para besarlo cuando escuché un ruido que me paralizó el corazón.
Como si la cama me quemara me incorporé tapando mi cuerpo con la sábana y miré con pánico a Alfonso, que se incorporó tomando su ropa allí cerca.

—Mi marido — Dije sin aire. Nos vestimos en tiempo record y le pedí que se quedara en la habitación mientras yo iba a comprobar que fuera él. Eran casi las dos de la madrugada, y sinceramente rogaba que fuera un ladrón antes que Manuel. Iba a salir cuando Poncho me frenó.

—No. No te muevas de aquí ¿Crees que realmente sea tu esposo a esta hora? — Pues, posibilidades había pero no estaba segura —Puede ser un ladrón. Iré a ver.

—¡No, no, no! — Le pedí con miedo —No. Puede ser él, y si te ve aquí ¿Qué diré? — Entonces recapacitó y asintió.

—Bueno, iremos los dos. No te dejaré sola.

—No mi amor, por favor. Quédate aquí, iré a ver si es mi esposo... o tal vez fue el viento o algo y nos estamos precipitando. Ya regreso — Me acercó y me besó antes de que me fuera.

—Ten cuidado — Asentí y salí hacia la sala

Bajé con cuidado y sin hacer ruido... ¿Qué si era un ladrón? Tomé un jarrón que había en una mesa en el pasillo y caminé con él en las manos. No había movimientos, ya no había ningún ruido así que supuse que era el viento. Chequé las ventanas y puertas; todas cerradas. No había nadie en ninguna parte de la casa. Suspiré aliviada hasta que sentí un cuerpo detrás de mí. El corazón nuevamente se me paralizaba del pánico... pánico de estar en peligro o pánico de que mi marido descubriera mi infidelidad, en fin era pánico. No solo se me había paralizado el corazón sino cada músculo de mi cuerpo.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora