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Cuando terminé de bañarme salí envuelta en una toalla y Alfonso seguía ahí. Estaba sentado en la gran cama mirando la televisión, aparato que apagó en cuanto me vio salir. Se iba a incorporar pero negué moviendo el dedo.

—Usted se queda quietito ahí, porque si no me distrae y no nos iremos más de aquí. Y sepa señor, que muero de ganas por ir al Martini — Me estudió completa con lascivia y se humedeció los labios. —¡Poncho! — Me quejé entre risas abriendo la caja que contenía el vestido. —Pareces viejo verde — Gruñí. Saqué el vestido de allí al tiempo que sentí una nalgada. Reí y lo señalé con el dedo regañándolo.

—Lo compré hoy — Dijo refiriéndose al vestido —Le pedí ayuda a Sami luego de volver de la clínica. Igual los zapatos — Añadió.

—Gracias. Es hermoso ¡Me encanta! pero, Poncho ¿Qué ha pasado en la clínica? — Hizo un gesto restándole importancia.

—Luego hablaremos, ahora cámbiate — Le hice caso y me quité la toalla quedando completamente desnuda. Lo miré con picardía y vi como hacía un esfuerzo por no tirarme a la cama y poseerme. Apretó sus puños y me observó colocarme un tanga negro. Seguidamente tomé una bata y me la coloqué. —Primero el maquillaje — Rodó los ojos y esperó a que me maquillara.

—¿Has hablado con tu ex? — Preguntó. Me di cuenta que siempre trataba de no nombrarlo ni decir su nombre.

—No, porque no está en México. Tendré que hacerlo otro día. Te llamé para contarte pero no atendías — Dije delineando mis ojos.

—Estuve en la clínica, luego te contaré — Respondió.

—¿Mañanas comienzas a trabajar? — Él asintió. —¿A que hora?

—A la mañana, soy el director — Cierto.

—¿Y piensas desvelarte? — Pregunté siguiendo con lo mío.

—Vayamos o no al Martini, me desvelaré igual contigo — Se levantó de la cama y caminó hacia mí, parándose detrás y mirándome por el espejo. Posó sus manos en mis hombros, luego bajó la bata de seda que se deslizó por mi sedosa piel dejando mis pechos al descubierto. Me quede parapléjica mirándolo por el espejo, con el delineador en la mano y un ojo a medio pintar. —Sigue — Pidió. Sus manos bajaron hacia mis pechos, acariciándolos suavemente. Rodeó mis pezones con sus dedos y yo gemí. —Sigue o llegaremos tarde — Pero no podía si me distraía de esa forma, así que quité sus manos.

—Así me es imposible — Hablé. Mi voz estaba... ¡ronca! Tomé aire y aclaré mi garganta. Lo vi reírse y colocarme la bata.

—Apúrate o no iremos. Muero por foll.arte — Cerré mis ojos y tragué grueso.

—¿Qué haremos hoy? — Quise saber.

—Quisiera hacerte tantas cosas mi amor, pero sé que debo limitarme — Respondió. ¿Limitarse por qué? Claro, yo no quería tríos ni orgías ni nada parecido. —Si me permitieras invitar a una pareja amiga... — Oh Dios ¿Para qué? Estaba estática, no sabía que decir. Bueno, al principio no quería nada de eso pero... ¿podíamos probar verdad?

—¿Qué clase de amigos? — Sonrió y yo seguí con mi trabajo.

—Dime si estás dispuesta — ¿Estaba dispuesta? Dependía lo que haríamos.

—¿Qué haremos? — Me miró por el espejo.

—¿Voyerismo? — Murmuró —¿Quieres probar? — Sabía lo que significaba, nunca lo había practicado, pero sabía. —Mira, prometo que nadie te tocará si no quieres... solo miraremos ver a otros tener sexo, luego lo haremos nosotros y otros nos verán. Pero nadie te tocará — Me explicó. No dije nada, no sabía si estaba dispuesta a que otros se incorporaran a nuestro juego... entonces seguí preparándome.
Media hora después, en tiempo record, estaba maquillada, me había secado el cabello, lo había peinado aunque dejándolo suelto como siempre lo usaba, y estaba vestida con el regalo de Alfonso. Poncho me había dicho que Sami lo había ayudado a elegir el vestido, y la niña me conocía bastante bien, puesto que no solo era de mi talla sino también era un modelo hermoso. Igual los zapatos.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora