28

420 27 0
                                    

Miré esa cajita en manos de Fernando por largos segundos con el ceño fruncido y el corazón alborotado... pero luego miré a Manuel y recompuse mi estado. Llevé mi mirada firme a la de Fernando y negué, rechazando la caja y haciendo que éste me mirara raro.

—Yo no estoy embarazada — Me negaba a creerlo, había sido solo un desmayo ¡y un desmayo lo tiene cualquiera! Y, si estuviera embarazada o sospechara, no me haría la prueba delante de Manuel. —Me cuido, es imposible que esté embarazada — Mentí. Si, me cuidaba, pero ustedes y yo sabemos que ocurrió un accidente aquella vez ¿recuerdan? Pero no estaba dispuesta a hacerme esa prueba delante de Manuel. No, no lo haría. Fernando me miró y abrió la boca para hablar, pero se calló y carraspeó. Luego decidió intentarlo.

—Bueno, pensé que como... ya saben, están casados, pensé que estaban buscando un niño. Pero si dices que te cuidas... — Guardó la cajita y yo suspiré aliviada.

—El desmayo se puede deber a otra cosa — Me defendí. Manuel rió con sarcasmo y ambos lo miramos.

—No trabajas, no haces cosas que puedan por ejemplo estresarte o cansarte — Se burló. Si él supiera que sí hago actividades con Poncho que me dejan de cama hasta pasadas las doce del mediodía. Esta vez fui yo quien se rió al recordar, y Manuel se puso más serio quizás imaginando a que se debía mi risa burlona. Fernando, parado en el mismo lugar, se sentía fuera de lugar o de más en la situación.

—Hago cosas que me cansan — Repliqué hablándole ahora al doctor. —Puede deberse a eso, o a que aún no he comido pues acabo de llegar de México — Fernando hizo un gesto de comprender, entonces sonrió por primera vez.

—Entonces ha de ser eso. Deberías comer... aunque te veo mejor. Hace unos meses que te vi por última vez estabas demasiado delgada — Me miró y sonrió más amplio —Ahora puedo decirte que te veo en un mejor estado, y me agrada verte rellenar esas ropas — Añadió burlón. Reí ampliamente olvidando a Manuel, y abracé a Fernando. Era un gran doctor, pero sobretodo un gran hombre.

—Gracias — Simplemente dije eso y me separé. Desistió en dejarme la cajita, así que cerró su maletín y luego de platicarme y sermonearme para que me cuidara y no cayera enferma, se retiró dejándome nuevamente sola con mí aún esposo.

Lo miré alejada de él, ninguno de los dos habíamos dado ningún paso hasta que él se acercó y me tomó del brazo.

—¡¿Estás embarazada verdad?! ¡Por eso no quisiste hacerte la prueba! — Intenté zafarme de su agarre pero no lo logré.

—¡Suéltame! — Me quejé, entonces lo hizo. —No corresponde que me haga una prueba aquí, en tu casa, adelante tuyo y del médico de tu familia — Expresé sobándome el brazo.

—¿Estás embarazada? — Preguntó más tranquilo pero con los ojos llenos de furia. Bajé la vista, quizás si estuviera embarazada... pero quizás no. No lo sabía.

—No — Decidí contestarle un no a un no sé. Era preferible si quería terminar con eso lo antes posible. —Y vine aquí para hablar del divorcio, no de otra cosa.

—Tú estás embarazada — No fue una duda, o una pregunta, fue una afirmación. —Se te nota — Dijo mirándome el vientre. Bajé la vista a esa blusa ajustada y efectivamente estaba un poco más gordita, pero era por todo lo que estaba comiendo últimamente. Stop. ¿Comiendo mucho? Ay al parecer sí estaba embarazada. Lo miré y decidí salir de aquella habitación sin contestarle, pero su mano volvió a frenarme. Me tomó de la muñeca, con firmeza pero no con brutalidad. Me volteé y lo miré. —Sabes que te estás metiendo en un gran lio ¿verdad? Cuando se enteren que estás embarazada de tu amante... — Miré su mano y mis ojos se aguaron. —Te perdono todo lo que me has hecho, y me haré cargo de ese niño. Le daremos la vida que se merece — ¿Él perdonarme a mí? No, definitivamente él tenía que ofrecer unas disculpas. Me zafé nuevamente de su agarre y lo miré con furia.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora