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Y eso no terminó allí. Lo hice salir de mí, o mejor dicho yo me quité, y sentí como mis piernas chorreaban aquel orgasmo suyo... pasé mis dedos por allí embadurnándolos y los llevé a mi boca, deleitándome y saboreando su orgasmo mezclado con el mío. Me di la vuelta apoyando las manos en el espaldar de la cama, lo miré y moví mis caderas pidiendo más.
Ni siquiera lo dudó, se acercó y pasó su lengua por toda mi espalda, hasta que sus manos tomaron mis pechos. Su po.lla estaba lubricada por mis jugos, entonces, sin previo aviso, la ensartó en mi ano haciéndome ver las estrellas, gritar hasta en chino y sollozar. Solo había entrado la mitad, y eso me hacía sentir llena... Pero ahora él dirigía. Metió con suavidad lo que restaba de su po.lla, ahora con suavidad debido a como me había quejado. Cuando estuvo completo en mi interior, las lágrimas bajaron por mis mejillas... dolía. Por más que lo hubiese hecho anteriormente, había dolido. No había lubricante y había entrado en mí sin piedad ni control alguno.

—Perdóname mi amor — Dijo una vez en mí, cerca de mi oído.

—Despacio — Sollocé. Besó mi mejilla, mi cuello y acarició mi cuerpo.

—¿Quieres que pare? — No, definitivamente no quería que parara. Podía aguantarlo como las demás veces.

—Sigue — Exigí. Sus movimientos comenzaron lentos mientras me susurraba al oído.

—Ansío tanto el... día que... me... dejes com... compartirte — Gruñó entre embestidas profundas.

—Quiero... complacerte en todo... lo que pueda — Jadeé sintiendo como mi músculos se dilataban cada vez más por la intrusión de su po.lla. Frenó sus embestidas y me quejé, entonces me obligó a mirarlo.

—¿Me concederías ese deseo de compartirte? — Moví mi trasero hacia atrás para que siguiera con los movimientos, pero no lo hizo, esperó mi respuesta. Asentí y me mordí el labio, entonces, sin salir de mí alcanzó su móvil que reposaba en la mesita de luz. ¿Ahora? Temblé cuando salió de mí y marcó un número.

—Poncho... — Me miró y me senté en la cama con cuidado. —Mujer no — Pedí. Y él asintió. ¿Qué seria peor, estar con otra mujer o que me compartiera con un desconocido? No podría soportar ver a otra mujer complaciendo a Poncho, me daría muchos celos... así que, creo, era mejor con otro hombre. Tragué grueso y le quité el celular, colgando. —Antes quiero que hablemos. Si decides incluir a otro hombre tiene que ser de absoluta confianza y discreción — Exigí. Bastante tenía con el adulterio que cometía con Alfonso... Lo último que quería era un tipo que se diera cuenta de mi fama y anduviera contando lo sucedido en aquella habitación. —Y que esté sano.

—Anahí, ya hice esto miles de veces y créeme que él es de confianza — Expresó, y le creí. —Y sano — Añadió. Le devolví su celular y volvió a llamar. Lo único que dijo fue "te espero en la 105" y colgó. Se volteó hacia mi y me tomó del rostro con sus manos. —Si no te gusta podemos parar — Aseguró cerca de mi rostro —Y no volveremos a repetirlo — Asentí y sonreí nerviosa, sin saber que hacer. Me besó y volvió a tirarme sobre la cama, subiéndose encima de mí pero controlando su peso para no aplastarme. Mientras me besaba bajó sus manos por mi cuerpo, acariciando cada centímetro de mi piel... Yo ya no podía llevar el control, temblaba como una adolescente en su primera vez y solo me dejé hacer. Su mano derecha llegó a mi vagina, acariciando mi monte de Venus antes de abrir mis labios y acariciar mi húmedo sexo. Gemí, aun estaba sensible. Sentí miles de sensaciones en mi pecho, producto de su toque tan sabio en mi nudo de nervios. Su lengua luchaba con la mía, penetraba con pasión mi boca y succionaba mis labios al mismo tiempo que movía sus manos allí abajo. Mis manos, antes quietas, volvieron a acariciarlo... Tomé su miembro con mis manos y lo acaricié en todo su largor sintiéndolo cada vez más duro... Sus besos y sus toques eran tan embriagantes que no noté entrar a aquella tercera persona hasta que acarició mis piernas, luego mis brazos. Abandoné la boca de Alfonso y ladeé mi cabeza, sintiendo a Poncho entretenerse con mi cuello... y mis ojos se chocaron con aquellos ojos color café que antes me habían mirado con deseo. Era Christopher... o Ucker como lo llamaba Poncho. Mi corazón pasó de 120 latidos por segundo a 240, sin exagerar. Lo miré largamente por segundos, estaba ya completamente desnudo... Luego que sus dedos acariciaron mis labios, mi mejilla en modo cariñoso hasta que Alfonso se subió más hasta que su glorioso paquete quedó a la altura de mi boca. Lo miré a los ojos antes de tomarlo con mis labios, volviendo a mam.arlo como ya sabía y que lo volvía loco. A todo esto, podía sentir las caricias de Christopher en todo mi cuerpo... Mis pies, mis piernas... mi pubis, mi abdomen... Seguía con mi trabajo de practicarle el sexo oral a mi maravilloso hombre, distraída, sin importarme que hubiera alguien más en esa habitación. Succioné con fuerzas aquel miembro erecto, duro y potente cuando sentí un cosquilleo en mi co.ño. La lengua de Christopher estaba allí, acariciando con delicadeza mi ranura de arriba abajo evitando mi clítoris. Por otro lado, las manos de Alfonso me acariciaban las mejillas con todo el amor que lo poseía, quitando mis cabellos de la cara cuando se interponían, animándome a seguir. Entonces Ucker, -vamos a llamarlo así que es más corto, al fin y al cabo así lo llama Poncho- abrió más mis piernas, todo lo que pudo para tener más acceso a ese lugar deseado.
Ninguno hablaba, y en parte, para mí, eso era mejor... si no hablábamos me hacían creer que estaba viviendo una fantasía, un sueño y que nada de lo que me había atrevido era real... y quería que así siguiera, porque de otro modo no podría seguir con eso. Quizás luego sí, pero en el comienzo prefería el silencio. Pero los gemidos de Alfonso estaban presentes, confirmándome que lo que estaba haciendo lo hacía bien, y animándome a seguir chupando con descaro. Lo metí y lo saqué de mi boca, imité los movimientos que Ucker estaba haciendo en mi co.ño... y todo era realmente excitante. Las succiones del chico güero, los gemidos de Alfonso y los míos mezclados me hacían enloquecer de placer.
Mis manos que antes estaban en los muslos de Alfonso, clavando cada uña de todos mis dedos, ahora buscaban esas bolsas pesadas que adornaban el viril miembro de mi chico. Jugué con ellos al mismo tiempo que seguí con mis lamidas, mamadas y besos... y mientras sentía que mi orgasmo estaba cada vez más cerca por la lengua de Ucker en mi centro.
Ucker esta vez no evitó mi clítoris si no que esta vez lo torturó, apretándolo con su lengua entera, acariciándolo con la Oops! de ella, succionando con mera suavidad y maestría, alternándolo con lamidas en mi raja... y... ¡Oh Dios todo era muy intenso! Quise cerrar mis piernas cuando el orgasmo me arremetió, pero el güero me lo impidió, abriéndolas más y siguiendo su labor aun cuando sentía que no podía más. Abandoné la po.lla de Alfonso, jadeando, echando la cabeza hacia atrás aún recostada en la almohada, clavando mis uñas nuevamente en los muslos de Poncho, y tuve ganas de gritar que no podía más, y que un segundo orgasmo se estaba acercando.
Alfonso se quitó de encima de mí y masajeó mis senos, los estrujó y pellizcó mis duros pezones mientras Ucker seguía con la cara enterrada en mi sexo. Abrí mis ojos, que anteriormente había cerrado, y miré a Alfonso acariciándome y luego a Ucker foll.ándome con la boca... y fue la culminación. Un segundo orgasmo en menos de dos minutos me poseyó haciéndome temblar y gritar sin pena, liberando así lo acumulado en mi cuerpo. Éste quedó inmóvil, sin fuerzas... me sentía una muñeca de trapo en medio de aquella gran cama.
En cuanto me recuperé vi a Ucker colocarse un condón antes de que Alfonso me indicara que me pusiera en cuatro. Le hice caso, ubicándome en medio de la cama en esa pose. Poncho se puso delante de mí, con su ya nombrada gloriosa po.lla y la cabeza del pene de Ucker ya estaba en la entrada de mi vagina. El güero me tomó de las caderas con suavidad y me penetró sin preámbulos, con fuerzas, sintiendo como mis músculos se abrían recibiéndolo a él. Me ahogué con un grito que se negó a salir de mi garganta, y él subió un poco más sus manos tomándome de la cintura obligándome a que me enderezara un poco más... y me di cuenta al instante para que. Tomé mis te.tas y acuné la po.lla de Poncho con ellas juntándolas. Ucker comenzó con sus embestidas suaves y largas mientras sobaba el miembro de mi chico con mis pechos. Nuevamente nuestros gemidos volvieron a mezclarse, los de Ucker foll.andome ahora sin piedad, los de Alfonso gozando lo que le estaba haciendo, y los míos por el fuego intenso que sentía entre mis piernas.
No sé cuantos minutos fueron los que Ucker me atravesaba con su po.lla y yo apretujaba la de Alfonso con mis senos... hasta que sentí las manos de Ucker apretarme con fuerzas las caderas y a Poncho gruñir.
Alfonso descargó su semilla sobre mi pecho, bañando mis seños con ellos, y Ucker se corrió en mi interior cuando mis músculos le estrangularon la po.lla por mi llegado orgasmo. Jamás había imaginado lo bien que se sentía tener a dos hombres complaciéndome... y si lo encontraba raro o repulsivo, cambiaba mi opinión; era maravillosamente exquisito.
Limpié la secreción que brotaba de la cabeza del pene de Poncho con mi lengua, tragándome su orgasmo y sintiendo la última embestida de Ucker y su salida. Mi cuerpo volvió a caer sobre el colchón y Alfonso me besó en la boca con ternura, calmándome.

Estaba equivocada si creía que eso terminaba allí, al parecer estos dos hombres eran insaciables, y tan solo luego de recuperarse volvían a tomarme.
Sentí la gloria cuando los dos me penetraron, uno por adelante y el otro por atrás. Fue como aquella vez en Grecia que Alfonso me había foll.ado con aquel vibrador... y nada se comparaba a dos hombres llenándote por esos dos orificios. Si con el vibrador había sido maravilloso, esto era lo que le seguía a maravilloso y todos sus sinónimos. ¿Cómo antes me había negado a probar algo tan espectacular como esto? Alfonso me sumergía cada día más a su juego... juego que me estaba gustando cada vez más.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora