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Al otro día despertamos a las ocho de la mañana, nos dimos una ducha juntos y luego desayunamos entre besos hasta que llegó media hora después su hermana, que nos encontró aún en la cocina.

—¡Ay yo sabía que estarías aquí! — Dijo tirando su bolso y acercándose a nosotros —Hola — Me saludó con una sonrisa sin quitar la vista de mi mirada.

—Hola Sami ¿Cómo estás? — La adolescente se me quedó mirando tildada otra vez y entonces miré a Alfonso.

—Tendrás que acostumbrarte, siempre pone esa cara cuando te ve por tv — Explicó su hermano. —Se queda así de pasmada. Y quién no, si con semejante belleza delante de nuestros ojos nos es imposible no quedar anonadados — Sonreí con amor y le dediqué un beso al aire que me respondió con una sexy sonrisa. Eso hizo reaccionar a la jovencita que miró a Alfonso.

—¿Ahora me entiendes? — Preguntó dándole un sonoro beso en la mejilla a su hermano mayor como saludo.

—Claro, si no es porque Any está aquí tú te vienes luego del mediodía a ver a tu pobre hermano — Se burló Poncho haciendo que su hermana lo abrazara.

—Claro que no celosito, yo te amo a ti también — Sonrió —Tengo que estudiar, los dejaré solitos para que hablen sus cosillas — Dijo con un tono pícaro antes de retirarse. Cuando Sami se fue, Poncho rió.

—Está loca, no le hagas caso — Negué sonriendo y me acerqué a él, acomodándome entre sus piernas y rodeando su cuello con los brazos.

—Me tengo que ir ahorita — Susurré contra sus labios.

—Quiero que te quedes todo el día conmigo — Besé sus labios levemente.

—Hace días paso horas contigo, tengo que volver mi amor. Hoy llega Manuel y tengo que estar allí — Expliqué con cuidado, sabía que Poncho se enojaba con solo oír su nombre.

—¿Podrías hacer algo para ir hoy al 'Dry Martini'? Al final ayer no fuimos — Hice un mohín, me era imposible ir. Mi esposo estos días estaría seguramente todo el día en casa y no iba a poder escaparme unas horas.

—No creo que sea posible — Dije acariciando el cabello de su nuca. —Me encantaría ir, lo sabes, pero te dije que no siempre podré — Asintió y dejó un beso en la punta de mi nariz.

—¿Cuándo entonces?

—No lo sé. Yo te llamaré cuando pueda — Volvió a asentir, sin chistar, y me besó la boca.

—Te voy a extrañar — Le confesé con una vocecita tierna que hizo que me abrazara con mucha ternura.

—Y yo — Murmuró contra mi cuello. —¿Necesitas que te lleve? — Negué instantáneamente. —Por lo menos déjame llevarte unas cuadras ¿si?

—Me la haces difícil — Me quejé con una sonrisa —Está bien, puedes dejarme en casa de Hanna y luego le diré que me alcance hasta mi casa — Esta vez fui yo quien lo besé profundizando el beso, despidiéndome como era debido dado a que quizá no lo vería en días.

Cuando me dejó en casa de Hanna, entré feliz de la vida. Como yo tenía llave, no necesitaba llamar. La casa estaba totalmente en silencio, así que me tomé el atrevimiento de revisarla para confirmar que mi amiga no estaba allí. Supuse que había pasado la noche en casa de algún amante, o quizá en el Dry Martini.
Entonces no me quedó otra que volverme a mi casa, pero antes tomé ropa de ella y me cambié. El perfume de Poncho así de delicioso que era, también era penetrante y había quedado en mi ropa... no podía arriesgarme a que lo sintiera Manuel.

Unos minutos después, sin quitar mi amplia sonrisa, volví a casa. Hoy nada podía arruinar el hermoso momento que había vivido horas atrás, ni siquiera Manuel, ni siquiera sus aburridas pláticas o encuentros. Nada. Definitivamente nada. O eso pensaba, porque cuando llegué la cara se me desencajó.
Manuel ya estaba en casa, acompañado por mi manager, Guillermo. Platicaban en la sala como grandes amigos, y mi corazón se detuvo. La mirada de Manuel se clavó en mí, y mis mejillas se enrojecieron. No se me daba bien lo de mentir... me sentía perseguida, como si él supiera de lo mío con Poncho.

La Princesa Que No Es Lo Que Aparenta | Anahi y Alfonso Herrera | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora