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MARATÓN 3/4
Llegó diciembre, y dejó más nieve y un verdadero alud de deberes para los alumnos de quinto año. Las obligaciones como prefectos de Venus y Draco también se hacían más pesadas a medida que se aproximaba la Navidad. Los llamaron para que supervisaran la decoración del castillo para que vigilaran a los de primero y a los de segundo, que tenían que quedarse dentro del colegio a la hora del recreo porque fuera hacía demasiado frío, y para turnarse con Argus Filch para patrullar por los pasillos, pues el conserje sospechaba que el espíritu navideño podía traducirse en un brote de duelos de magos. Estaban tan ocupados que Venus y Ron tuvieron que dejar de reunirse para sus clases particulares, que ahora en realidad parecía más una quedada de amigos que otra cosa, ya que se pasaban más rato hablando que estudiando.
Las cosas entre Draco y Venus seguían un poco tensas. Ninguno de los dos había vuelto a tocar el tema del beso, y aunque habían decidido olvidar lo ocurrido en el partido de quidditch, ambos se sentían bastantes incómodos cuando estaban los dos solos.
La última noche antes de volver a casa estaban haciendo su vigilancia habitual por los pasillos, asegurándose de que todos estuvieran ya en las salas comunes.
No habían hablado mucho en las casi dos horas que llevaban de patrulla, pero se notaba que estaban deseosos de decir algo.
—Rosy —Draco llamó a la ojimiel.
—¿Sí? —la chica giró un poco su rostro para observar a Draco.
—¿Qué harás esta Navidad? —preguntó intentado iniciar una conversación normal.
Venus sonrió agradecida de poder acabar con el silencio.
—Volveré a casa —dijo como si fuera algo malo—. Tío Felix tiene que estar deseando vernos. Es lo mínimo después de estar conviviendo con la loca de mi madre durante tres meses.
—Puedes venir a casa si quieres —comentó Draco—. A mamá le encantará verte.
—No quiero dejar a Ares solo.
La conversación acabo allí. Pasaron unos segundos hasta que Draco volvió hablar.
—Sobre lo que pasó en clase de cuidado de criticaras mágicas —Draco tragó saliva—, ¿por qué no me contaste lo que pasó?
—Fue hace mucho tiempo Draco, no importa.
El rubio frenó en seco haciendo que Venus parara también.
—Si importa, te dio un maldito ataque de ansiedad.
—Draco olvídalo.
—¿Cómo quieres que lo olvide? —dijo agitando las manos.
