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MARATÓN 4/4
LOS HERMANOS ROSIER ESCUCHABAN CON ATENCIÓN A SU TÍO FELIX CONTAR UNA HISTORIA DE CUANDO ESTUVO EN ESPAÑA. VENUS FASCINADA ESCUCHABA EL RELATO SOBRE AQUEL INCREÍBLE SITIO QUE ESTABA DESEANDO VISITAR.
—No he visitado un lugar más hermoso que ese —les confesó Felix tomando un poco de su chocolate caliente—. Nunca olvidaré ese lugar.
—Podríamos ir un año de vacaciones a España, Lizzie fue este verano. Me contó que las playas son espectaculares —dijo Venus ansiosa.
—No estaría nada mal, hace años que no vamos a ningún sitio —comentó Ares.
—Tal vez —dijo Felix con una sonrisa.
Estaba a punto de volver hablar cuando un golpe seco resonó por toda la mansión. De inmediato sacó su varita, Hockey apareció apurada en el salón. Parecía temerosa.
—Hockey, ¿qué ha pasado? —preguntó Ares.
—Ella...ella...ella está aquí —susurro escondiéndose detrás de la piernas de Venus.
Los tres magos se miraron sin comprender.
El sonido de unos tacones resonando en el piso hizo eco. Este fue acompañado por una risa escandalosa cuando tiró algo suelo y lo rompió.
Venus se tensó, comenzó a abrir los ojos al percatarse de que solo podía tratarse de una persona. La puerta del salón se abrió de golpe dejando ver a nada más y nada menos que a Ella Rosier.
Venus levantó el mentón, no le daría el lujo de hacerle sentir inferior. Ares se colocó delante de su hermana de forma protectora, impidiendo que su madre hiciera contacto visual con la ojimiel.
Todos estaban demasiados sorprendidos para hablar, la mujer que había delante de ellos no parecía la Ella Rosier de los últimos años. Su pelo estaba recogido tan brillante y perfecto como Ares recordaba. Su piel estaba tersa si ninguna arruga. La única cosa que seguía recordando que era ella, era la maldad que desprendían sus ojos.
Venus salió del refugió de su hermano para poder observarla mejor, esa mujer no parecía la persona que había intentado acabar con su vida. No parecía una psicópata.
—Mamá —susurro Venus casi con miedo.
—Hola cielo —supo que Ella Rosier seguía tan loca como siempre al escucharla hablar.
Esa sonrisa que tantas pesadillas le había traído estaba ahí de nuevo, acompañada de esa risa estridente que tanto odiaba.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Felix con calma.
—Quería pasar la Navidad con mi familia, no creo que eso sea un delito —dijo suavemente.
—Nosotros no somos tu familia —escupió Ares con odio.
