Cap 24- ¡No le dije que lo amaba!

1K 81 3
                                    

No le dije que lo amaba:

La tomó del mentón con gran ternura, podía ver el miedo en sus ojos y sentir el dolor en ella.

- Todo va a salir bien te lo prometo- le dio un beso suave en los labios - ahora ve, se hace tarde- ella volvió a abrazar a Sapo y salió corriendo.

Ruby no conocía el exterior de la choza, cuando llegó estaba desmayada y nunca había salido fuera. La choza estaba en lo alto de un cerro y era imposible la salida sin que las cámaras no los captaran.

Por el lado derecho había un gran río y nadie lo podía cruzar, porque era muy peligroso. Por la parte trasera había un gran barranco, si alguien caía por ahí era historia, no había forma de sobrevivir. Por la parte de enfrente habían grandes nopaleras, lo que hacía que solo el lado izquierdo hubiera salida. El lugar estaba muy bien vigilado con cámaras, pero con tiempo y estudiando el área, Rudo pudo encontrar un pequeño glitch en ellas y era por donde la sacaría. Hoy era ese día, solo esperaba en Dios que funcionará su plan.

Al salir sintió el frío viento en la cara y sentirse libré la asustó. Volteo a ver a todos lados tratando de ubicarse, pero no veía nada. Ese lugar estaba tan oscuro que temía dar el próximo paso.

Rudo le dijo que corriera a su derecha y así hizo, sus pensamientos, su dolor la consumía. Sentía que con cada paso que daba, se hacía más y más pesado su cuerpo. Era como si sus pies hubieran sido pegados al cemento, como si algo pesado hubiera caído en su pecho y no la dejara respirar. Ya no lo volvería a ver, ya no volvería a escuchar su voz ¿Que haría ahora? Su vida nunca volvería a ser la misma. Él le juró que la buscaría ¿Pero cuánto tiempo tendría que pasar para que eso sucediera?

Sin darse cuenta llegó al árbol indicado y sintió cómo las fuerzas de las piernas la abandonaron por completo. Cayó al suelo hiperventilando, fue entonces que se percató que todo su cuerpo temblaba sin control y su garganta emitía sonidos extraños causados por el llanto.

Pasaron unos segundos, minutos, horas, quien sabe cuanto tiempo pasó, cuando sintió sus manos tomándola por los brazos y poniéndola de pie. Le dolía más que nada en la vida dejarla ir, pero verla sufrir de esa manera lo mataba. La abrazo fuertemente, pegándola a su cuerpo.

- Ruby tu sabes que es lo mejor, por favor..- le suplicó y ella pudo oír cómo su voz se quebró, estaba sintiendo el mismo dolor que ella.

Podía ver lo difícil que era para él dejarla ir y ella le estaba haciendo más difícil la tarea. Debía cobrar valor y obedecer las instrucciones, él no solo tuvo que poner su vida en juego, si no la de muchas personas más, solo por ayudarle a escapar y no lo defraudaría.

Respiró profundamente varias veces, debía controlarse, tener control de sí misma.

- Perdonadme- lo volteo a ver a los ojos -vamos, no quiero hacer espera a nadie- él sonrió dándole un beso fugaz en los labios. La tomó de la mano y la dirigió de regreso a la casa, pero por la parte de atrás.

Pasaron la pequeña choza y siguieron de largo, Ruby piso una espina y se quejó, Rudo volvió a verle los pies y no llevaba zapatos.

!Estúpido! Había estado tan preocupado por que todo saliera bien, que no se percató que no llevaba zapatos o suéter y era una noche fría. Se quitó el saco y se lo puso a ella, quien inmediatamente sintió el calor en su cuerpo. La adrenalina corría tan deprisa por su cuerpo, que no se había percatado del frío que hacía.

La levantó en brazos y la cargó el tramo que le faltaba para llegar al lugar en donde esperaban. Era una camioneta blanca que esperaba estacionada detrás de unos matorrales.

Él hombre al verlos acercarse se bajó del auto a toda prisa y abrió un compartimento al lado, en donde ella cabía perfectamente acostada.

Rudo la puso de pie y la abrazó, inhalando su aroma, quería embriagarse de ella, ahora sí que había llegado el momento de decir adiós.

- ¿Jura una vez mas que me buscarás..- pidió suplicante.

- Te lo juró Dios que lo haré..escucha, hay hombres ocultos que te seguirán hasta estar seguros que estas a salvo, no tengas miedo, todo va a salir bien.

- No temo morir, lo único que temo es no volver a verte- la vio fijamente a los ojos.

- Nos volveremos a encontrar, eso lo puedo jurar. Quiero que cuando pasen por la caseta, te quedes muy callada, no te muevas- no quería hablar de lo que sentía o se quebraría, volteó a ver al hombre -si alguien trata de revisar su camioneta manténgase tranquilo, tengo gente que lo impedirá..

- Dame un arma Rudo- interrumpió Ruby

- No necesitas una, estás segura.. - trato de explicar, pero ella lo volvió a interrumpir.

- Si en verdad quieres que esté tranquila, dame una pistola. Se usarlas y te juro que si necesitó usarla lo haré- no había nada que le pudiera negar en ese momento y pensando bien las cosas, era lo mejor. Nadie la cuidaría mejor que él, pero si él no estaba a su lado, ella lo podía hacer muy bien, ya se lo había demostrado en más de una ocasión.

Él sonrió y asintió con la cabeza.

- Está bien- sacó la pistola que llevaba en el cinturón y se la dio - si alguien trata de tocarte, asegurarte de darles entre ceja y oreja.

- Eso lo puedo hacer con mucho gusto- sonrió, pero no le llegó a los ojos, la extrañaría y no sabía si podría soportarlo.

- Es hora de irnos- interrumpió él hombre, e inmediatamente las lágrimas fluyeron una vez más. Lo abrazó con tal fuerza que creía necesitaría un remolque para removerla de su cuerpo.

- No, no quiero..

- Sirena- la alejó como pudo de su cuerpo y la besó, fue un beso tan intenso en el que entregó su vida entera. Sin decir más la soltó y dando la vuelta se alejó de ella. Se quedó fría, helada al ver cómo su cuerpo desaparecía en la oscuridad.

De repente y sin poder más corrió tras de él, pero los brazos del hombre la detuvieron.

- Por favor señorita, necesitamos irnos en este momento.

- ¡No le dije que lo amaba! Se fue y no le dije cuánto lo amaba- decía entre sollozos.

- Ya se lo dirá cuando lo vuelva a ver, ahora debemos marcharnos ¿No se da cuenta que la vida de muchas personas están en juego en éste momento?

Esas palabras la hicieron reaccionar y se tranquilizó un poco. No podía jugar con las vidas de alguien más, él estaba ahí para ayudarla y solo lo estaba arriesgando.

- ¿Perdón, en dónde me voy a ir?

El hombre la dirigió y la ayudó a subir a la camioneta, era un compartimento muy pequeño en donde iba un poco apretada, pero eso era lo que menos importaba en ese momento.

Se marcharon rumbo a la caseta, cuando alguien se paró frente al auto, apuntándole con un arma. Él suso dicho frenó espantado, sus peores temores se cumplían !Fue un gran error haber aceptado!.

Un golpe en la ventana lo sacó de sus pensamientos, era él mismo hombre que había caminado hasta ellos.

- Bájate y dame a la vieja si no quieres que te vuele los sesos- dijo con voz amenazante y apuntándole con la pistola. Él hombre que sentía como las fuerzas lo abandonaban, se bajó del auto. Recordaba las palabras de Rudo, que había gente cuidando, asegurándose que llegarían bien a su destino.

Ella podía escuchar las voces y los pasos acercarse a ella, su corazón se quería salir del pecho. No permitiría que le volvieran a hacer daño, menos ahora que se sentía tan triste.

Pudo oír cómo sacaba las llaves y abrió la puerta del compartimento en el que se encontraba.

Rudo veía la escena desde la oscuridad, no podía irse hasta ver que pasará a salvo. Vio como el auto se detuvo y como el hombre se acercaba a ellos. Comenzó a correr lo más rápido que pudo hacia ellos, no permitiría que la lastimaran. Corría lo que sus pies permitían, cuando un disparo lo detuvo en seco y su corazón paró por unos segundos. ¿Qué pasó? ¿Le pasó algo a su sirena? Fue como si el mundo, el tiempo se hubiera detenido, no le podía haber pasado nada a ella, no a ella.

Tu amor es mi redenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora