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Ocho meses después.


Acomodó un poco mi velo y sonrió al verme en el espejo. Finalmente, llego el día de nuestra, tan esperada, boda. Nos llevó mucho tiempo organizarla. Pero lo logramos. Llevaba un largo vestido blanco, el corset, tenía varios detalles de flores y brillos. Me sentía como una princesa de Disney.

-Estás hermosa, amiga -dijo Cami al borde de las lágrimas. Le sonreí y le di un fuerte abrazo.
-Siempre supe que, en el día de tu boda, ibas a estar hermosa, pero no pensé que estarías TAN hermosa -dijo Caro sonriendo.
-Gracias, chicas, me van a hacer llorar -dije sonriendo. 

Nos quedamos charlando un rato, acerca de todo lo que nos paso antes de llegar a dónde estamos hoy en día. Cami, estaba embarazada de unos tres meses. Caro, estaba comprometida con su pareja de hace unos nueve años, aproximadamente. Y yo, tengo una hija de casi un año y medio, y estoy a punto de casarme con el amor de mi vida. 

-Sigo sin poder superar el regalo que le hizo, Sebastián a Elena, por su cumpleaños -dijo Caro recordando aquella noche. 

Para ponerlos en contexto, hicimos una pequeña cena por el cumpleaños de Elena, ya que ella es muy chiquita y no queríamos hacer algo tan extravagante. Sebastián, además de regalarle muñecos y demás, le compuso una canción muy hermosa. 

-Sí, amiga, no me lo esperaba -dije-. Aunque Sebastián no sea el papá biológico de Elena, estoy muy agradecida por el hombre que nos tocó en la vida. Ambos, se aman muchísimo. 
-Es y va a ser un gran papá -dijo Caro-. ¿Tienen pensando tener hijos, no?
-Sí -respondí.
-¿Ahora o en un par de años más? -preguntó Cami.
-Tenemos planeado en un par de años más, pero, pensándolo bien, me gustaría tener ahora -respondí-. Pero, no sé, Elena es muy chiquita todavía -dije. Tocaron la puerta y pasaron antes de que responda.
-Disculpen si interrumpo, pero venía a decirles que el auto ya está afuera -dijo uno de los encargados del Hotel.
-Gracias por avisar -dije. El hombre sonrió y se retiro.

Suspiré levemente y levanté mi vestido para poder caminar bien. Las chicas, iban detrás de mí mientras pegaban grititos de la emoción. Llegamos a recepción y, por suerte, no había ningún paparazzi afuera. Entramos al auto y nos encaminamos a la Iglesia. 

Llegamos a la Iglesia y, justo en la entrada, estaba esperándome mi papá. Bajé del auto y el fotógrafo empezó a tomar fotos del momento. Me acerqué a mi papá y nos dimos un fuerte abrazo.

-Estás hermosa -dijo sacando un par de lágrimas de sus cachetes.
-Gracias, papá, te amo mucho -dije y lo abracé. Me agarré fuertemente de su brazo y nos dimos la vuelta.
-Llegó el momento, pequeña -dijo cuando apenas empezó a sonar la música de bodas. 

La gran puerta de la Iglesia se abrió, dejándome a vista de todos los invitados. Comenzamos a caminar, lentamente, por la gran alfombra roja que nos llevaba al altar. Mientras recorríamos aquella larga alfombra roja, no podía evitar no mirar a Sebastián y pensar en que estábamos cumpliendo uno de nuestros más grandes deseos desde que tenemos consciencia. La música dejó de sonar y, finalmente, llegamos al altar. Agarré la mano de Sebastián y nos sonreímos. 
La ceremonia, paso muy lenta. Pero llegó el momento de los votos. Se acercó mi mamá, con Elena en brazos, y nos entregó los anillos. 

-Yo, Sebastián Obando, te quiero a ti, Cristina Valdez, como esposa y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida -dijo poniendo el anillo en mi dedo anular izquierdo.
-Yo, Cristina Valdez, te quiero a ti, Sebastián Obando, como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida -dije. Cuando terminé de ponerle el anillo, nos agarramos las manos fuertemente y nos miramos a los ojos.
-Entonces, los declaro marido y mujer -dijo el cura de la Iglesia-. Pueden besarse. 

Sebastián, agarró mi cara con sus dos manos y nos dimos un largo, y tierno, beso. La Iglesia se lleno de gritos de alegrías y de flashes. Nos separamos del beso y sonreímos.

-Te amo -dije sin parar de sonreír.
-Ni la muerte, ni nadie, nos va a separar -dijo. 

Cristina. {Sebastini}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora