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Desperté por el fuerte sol que entraba por la ventana. Suspire frustrada y me puse boca abajo, tapándome hasta la cabeza. Sentí que tocaron la puerta de mi habitación. 

-¿Quién es? -grité.
-Soy yo. -al escuchar que era una voz masculina, el sueño se me fue en menos de un segundo. Estaba en una habitación que no era mía.
-Pase. -dije con la voz temblorosa. Al abrir la puerta, apareció un Sebastián sin camisa, con pantalón de pijama.
-¿Cómo te encuentras? -preguntó. Llevaba una bandeja con el desayuno.
-Bien, me duele un poco la cabeza. -dije llevándome una mano a la frente. 
-Lo supuse, ayer estabas borrachísima. -dijo a punto de reír. Rodé los ojos y le mostré el dedo del medio.
-Que grosera. -rió.

Se acercó a la cama y se sentó a mi lado. Dejo la bandeja en medio nuestro y empezó a comer. Yo estaba que babeaba por Sebastián, el chico estaba SIN REMERA, en frente mío. 

-Cierra la boca que, en cualquier momento, va a entrar una mosca en tu boca. -dijo llevándose una tostada a su boca.
-Perdón. -dije y agarré un vaso de jugo de naranja-. ¿Te puedo hacer una pregunta? 
-Sí, claro, dime. -dejó el cuchillo con mermelada sobre el platito con tostadas.
-Entre nosotros no paso nada, ¿no? -dije señalando la cama y nosotros.
-¿Qué pasaría si te digo que sí? -levantó sus cejas. Abrí los ojos como plato.
-¡¿Qué estas tratando de decir Sebastián?! -estaba muy alterada, demasiado.
-Sí, nos pasamos de copas y paso lo que tenía que pasar. -levantó sus hombros.
-No puede ser, Dios. -me levanté de golpe y empecé a caminar por la habitación-. Tengo novio, lo amo demasiado, no pude haberle hecho esto. -empecé a morderme las uñas por los nervios.
-Tranquila, tranquila. -se acercó a mí y me agarró de los hombros-. Era una broma, no paso nada, te traje a mi departamento porque estabas muy pasada de copas y tu mamá se había ido. -suspiré aliviada.
-Uf, menos mal, ya comenzaba a sentirme una boluda por haberle puestos los cuernos a mi novio. -me senté en la cama.

Se sentó a mi lado, como antes, y hablamos sobre todo lo que nos paso, luego de nuestra pequeña aventura en Chile. Me contó que logro firmar con una disquera, luego de muchísima lucha, y que le esta yendo bastante bien. Gracias a él, toda la situación económica, por la que estaba pasando su familia, se mejoró. Estoy bastante orgullosa y feliz por él, sé lo mucho que deseaba estar viviendo todo lo que esta viviendo actualmente y logró cumplir ese gran sueño.

-Tengo que llamar un taxi para irme a mi casa. -dije agarrando mi celular. Llamé a un taxi y dijeron que en unos veinte minutos estarían fuera del edificio-. ¿Dónde quedó mi vestido? -llevaba puesta la ropa de Sebastián, dijo que era para que este más cómoda.
-Esta en el baño. -dijo señalando el baño. Entré a este y empecé a buscar mi vestido por todos lados, pero no lo encontraba. 
-No lo encuentro. -dije entrando a la habitación nuevamente.
-¿Cómo que no lo encuentras? Debe estar por ahí. -se levantó de la cama y entró al baño. Busco por todos lados, hasta que corrió la cortina de la bañera y el vestido estaba ahí-. Mira, aquí esta. -se agacho para agarrarlo y me acerqué. En un intento fallido de poder ver, resbale y, como consecuencia, él también. Caímos los dos, yo arriba de él, en la bañera. Me puse colorada de la vergüenza. 
-Uy, perdón. -dije. Me estremecí cuando sentí la respiración de Sebastián chocar mis labios. 
-No tienes por qué pedir perdón. -dijo rozando sus labios con los míos. Cerré los ojos ante el tacto. 

Cristina. {Sebastini}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora