𝒞𝓊𝓇𝒾ℴ𝓈ℴ ♡

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Estar parado frente a la casa que había dejado hace tantos años, no era nada fácil, sus piernas temblaban al igual que su corazón. Deseó por tanto tiempo poder regresar, que ahora, sentía que todo era un sueño, que en cualquier momento despertaría y volvería a estar en Busan. Cuando sus sentidos se estabilizaron, su vista se dirigió hacia la calle que conducía a la casa del mayor. Inconscientemente había dado un paso, pero se detuvo abruptamente. Tenía que contenerse. Desconocía tantas cosas, ni siquiera estaba muy seguro si SeungCheol seguía en Seúl.

Agitó la cabeza un par de veces, y caminó hacia la puerta de su casa; al abrirla, el aroma a polvo inundó sus fosas nasales, un cosquilleo en su nariz provocó que estornudara descontrolado.

— Madre, realmente esto es un desastre — expresó con la nariz fruncida, tratando de cubrirla para no volver a respirar todo el polvo alojado en el lugar.

Sus pertenencias las dejo en la entrada, sus pasos eran lentos e inseguros, temeroso a encontrar un bicho o cualquier otro animalillo. Los muebles estaban cubiertos con mantas y algunos plásticos. Jihoon alargó los labios ligeramente cuándo consiguió descubrir uno de ellos. Se sentó sobre el sillón, comprobando que era el único lugar limpio en toda la sala.

El blanquecino entraba adecuadamente en el mueble, así que su cuerpo estaba cómodamente extendido mientras hacía ruidos con su boca, quejándose por todo lo que tendría que limpiar. Después de estar un buen tiempo sobre el objeto, pataleando y haciendo pucheros, se levantó y tomó su mochila, sacando su cartera para dirigirse al supermercado.

Se dirigió al patio trasero, buscando en la pequeña bodega su bicicleta. La limpio un poco y se cercioró de que estuviese en buen estado. Su corazón se encogió al ver aquel asiento trasero, recordando a la persona que viajaba junto a él.

Su madre había comprado otra para él estando en Busan, pero la primera vez que Kihyun quiso subirse, Jihoon sintió un gran dolor en su pecho. Se sentía incómodo y se negó a llevarlo. Así que dejó de usarla.

Después de unos minutos se encontraba pedaleando por las calles que conocía a la perfección. Ninguna había cambiado, estaban intactas, con algún que otro negocio o casa nueva, pero, todo lo demás era lo que recordaba.

El carrito del súper se encontraba lleno de distintos tipos de detergentes, para pisos, baño, trastes y también aromatizantes. Crema para poder darle brillo a los cajones de madera y aerosoles para poder limpiar el sarro en los objetos de metal. Toallitas de tela, guantes, escobas, trapeadores, estropajos y otros distintos utensilios para una limpieza profunda.

— Te dije que compraras el otro.

Jihoon revisaba atento la fecha de caducidad de los alimentos, cuando una voz ligeramente conocida reclamaba con esmero a sus espaldas. Su cuerpo se paralizó, la caja de leche en una de sus manos se quedó en el aire, sin saber cómo reaccionar decidió esperar un poco.

— La escogí, pero está muy cara, creo que está es mejor.

— ¡No! A mí me gusta esa marca de agua, está sabe horrible.

Jihoon elevó ligeramente sus cejas, atento a la discusión absurda de ambos chicos detrás de él.

— Claro que no, el agua no tiene sabor.

— El agua natural ¡Claro que tiene sabor!

El bajito sonrió ante tal escena, su cabeza se Inclinó un poco más, manteniendo la mirada en el suelo, cerrando los ojos sin saber que hacer.

— Wonu ¿quieres darme a beber esto? — Reprochó nuevamente el alto.

— Mingyu, cariño, llevo cuatro horas caminando sin sentido, dijiste que estaríamos ocupados en la mesa de regalos y en cambio estamos aquí, peleando por saber si el agua tiene sabor — Dijo entre suspiros. La fatiga en su rostro podía verse claramente. La botella de agua en su mano derecha estaba sujetada con fuerza casi dejando sus nudillos en blanco.

Mi pequeño Bravucón (JiCheol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora