CAPITULO 66 - Una Vibora Venenosa

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Casona de hacienda La Oliviera...

"Supongo que no me negara la llamada a mi abogado" dijo Fátima mirando fríamente al Comandante.

"La hará en cuanto lleguemos a la comandancia." Se detuvo ante ella.

"Prefiero hacerla desde aquí. El teléfono está en el despacho... puedo?"

"Esto no puede ser?" Sofía no pudo contenerse en decir, perpleja. "Porque debería tener consideraciones con esta asesina?"

"Cuida tus palabras Sofía."

"Señora Olivier, por favor." las interrumpió el Comandante no muy convencido de lo que estaba por hacer. "Le doy cinco minutos señorita Olivier. Le advierto que la casa está rodeada, y tendrá dos de mis hombres afuera de la puerta vigilándola."

Fátima volvió hacia el Comandante escondiendo su cínica sonrisa.

"Se lo agradezco."

*

Hotel del Pueblo San Francisco de los Reyes

"No hay nadie." dijo uno de los oficiales saliendo del baño vacío de la habitación que apenas unas horas ocupará Darío Montes. Todo estaba revuelto tal y como si hubieran salido en apuro, llevándose simplemente lo necesario.

"Se nos escapó. Busquen... pude que aún esté cerca." le dio órdenes a dos de sus colegas que buscaban por los pasillos del pequeño hotel...

*

El sonido de una camioneta se ha escuchado detenerse ante la casa de Andrés y Aurora.

"Parece que alguien ha llegado." Don Armando dijo mirando por la ventana.

Victoria se había acercado por detrás del señor reconociendo a una de esas figuras que salían de ella.

"Es Andrés." dijo ella formando una sonrisa sobre sus labios. "Es su hijo Don Armando." Victoria salió corriendo.

"Victoria." Don Armando la siguió. "Hija por favor espera."

Ella llegó hasta el estacionamiento... Congelando sus pasos al enfrentar la mirada de Andrés parado ante la puerta abierta de pasajeros.

"Mama." grito Sebastian.

Sus ojos se inundaron con lágrimas de alivio. "Sebastian."

El pequeño corrió y se echó a los brazos de su madre.

"Mamita." él la abrazó fuertemente.

"Mi vida." ella pronunció mientras su voz se quebraba de felicidad. "Mi Sebastian."

*

Hacienda La Oliviera...

Juancho pasea su sombrero entre sus manos al alejarse nerviosamente de la ventana de su pequeña vivienda. La hacienda estaba llena de judiciales que entraban y salían.

"Juan?" susurro una voz femenina por detrás de él estremeciéndose.

"Fátima?" dijo el sorprendido. "¿Qué haces aquí?"

"Tienes que ayudarme a salir." la joven se acercó desesperada.

"Como? La hacienda está repleta de oficiales que te están buscando hasta por debajo de las piedras?"

"No importa como... en carro... caballo... como sea. Pero ayúdame."

Juancho se perdió en esos ojos claros que lo hechizaban y ahora imploraban por su ayuda.

"Tengo una idea."

< * * * >

"De ninguna manera." dijo Andrés firme mirando a Victoria. Estaban en la sala de la casa acompañados por Don Armando. "Tu y Sebastian no irán a ningún lado. Lo mejor es que permanezcan aquí por lo menos esta noche. Además a dónde irían?"

"Podrían quedarse en mi casa." sugirió Don Armando.

"No. Discúlpame papá, pero prefiero tenerlos aquí."

"No creo que le sea muy grato a tu mujer tenerme bajo su mismo techo?"

"Te equivocas Victoria." los interrumpió Aurora bajando las escaleras con el pequeño Aaron entre brazos. "Estoy de acuerdo con Andrés, el lugar más seguro para ustedes en este momento es precisamente aquí. He ordenado que les prepararen una de las habitaciones de huéspedes... para usted también Don Armando."

"Te lo agradezco hija, pero..."

"Sin peros." Ella sonrío llegando hasta donde estaban ellos.

"Aurora tiene razón papá, me sentiría más tranquilo si tú también te quedarás aquí."

"Bueno." Don Armando sonrió levemente. "Si no me están dejando otra salida? No me queda más que resignarme."

"Señor." dijo la sirvienta deteniéndose ante la entrada de la sala. "El Comandante acaba de llegar."

"Hágalo pasar." le dirigió Andrés.

Todos se miraron el uno al otro en silencio.

"Supongo que nos tiene noticias?" dijo Andrés al ver al Comandante aparecer.

"No muy gratas le adelantó." sostenía el sombrero en sus manos. "Se nos escaparon."

"Se les escaparon?" repito Andrés en un tono agresivo. "Y nos lo dice así como si?"

"Entiendo su rabia."

"Esos dos secuestran a mi mujer y a mi hijo... Es mucho más que rabia."

"Tengo todas las carreteras del pueblo cerradas. "

"No sea incrédulo Comandante... el infeliz de Montes ya puede estar más allá de la frontera y Fátima?" sonrió amargamente con frialdad. "Conoce estas tierras.

*

Hacienda La Oliviera...

Juancho encendió el único foco que alumbrara la fría y oscura habitación a la que Fátima y él acababan de entrar. Habían bajado unas largas escaleras viejas de madera, era un sitio lleno de telarañas y polvo. Prácticamente olvidado.

"Y aquí que?" preguntó ella mirando a su alrededor con asco.

"Aquí nadie te va encontrar. Ni siquiera se les va ocurrir buscarte aquí... hace mucho que se olvidaron que este sótano existe. Aquí aguardaban varias cosas de las caballerizas."

"¡Estás loco! Este lugar es asqueroso. Además de que debe estar lleno de bichos y ratas."

"Solo va a ser mientras las aguas se calman. Después te saco de aquí... y nos vamos. Lejos. Muy lejos a donde nadie nos conozca."

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