1. Prejuicios

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Era un sábado por la noche de un frío día de febrero. No hacía más de dos horas había vuelto de una presentación de baile, por lo que estaba cansada y exhausta.

-¿Molesto?-se abrió la puerta de mi habitación despacio-Vengo a contarte algo y espero que te lo tomes a bien, es relativamente rápido.

Esa persona que irrumpía en mi cuarto mientras ordenaba mi agenda era mi padre; un hombre en sus treinta y nueve años de pelo negro, ojos grandes y pecas. Era australiano aunque sus ojos eran levemente rasgados por la sangre japonesa que también poseía.

-Adelante, no tardes mucho que tengo muchas cosas que hacer-dije señalando la cama con el bolígrafo sin apartar la vista de mi calendario.

-Verás ya ha pasado casi tres años desde...que tu madre falleció-dijo con dificultad.

-Lo sé, es duro. Pero ese no es el punto de esta conversación,¿Verdad?

Me giré en la silla en la cual estaba sentada con una pierna colgando y la otra doblada sobre esta.

-He estado encontrándome con alguien...

-Me imagino que en el tiempo en que estuviste en Incheon. Aquí te la pasas sobre mí-dije con una leve sonrisa.

-Bueno...la cosa es que-

-Me parece bien siempre y cuando no sea una arpía.

Mi padre me sonrió y se acercó a abrazarme.

-Pensé que te lo tomarías a mal y tendría-

-¿Tomármelo a mal? Es cierto que no pasó tanto tiempo desde que mamá no está, pero no puedes vivir deprimido y solo siempre. Me alegro de que alguien se preocupe y te aguante aparte de mí.

Mi padre comenzó a llorar mientras me abrazaba.

-Ya sé que soy la mejor hija, no hace falta que llores.

Mi padre rió y se secó las lágrimas.

-Mañana os presento, se va a mudar aquí por trabajo también...

-Puede vivir aquí, si no hay nada más... largo. Estoy haciendo cosas.

Mi padre chasqueó la lengua sin quitar la sonrisa de su rostro y salió por la puerta.

Suspiré cuando ya se había ido, hacia mucho tiempo que no le veía tan feliz y aunque nadie reemplazaría a mi madre no venía mal alguien que se preocupara de más por mi padre.

-Bueno a lo que estaba, mi apretada agenda no se crea sola.

Eran las ocho de la mañana, mi despertador sonaba y retumbaba por toda la habitación. Tras dos minutos de mentalizarme para levantarme de la cama logré llegar al pomo de la puerta e ir al baño.

Ya habiéndome lavado la cara entré a mí cuarto para subir la persiana. Me recogí el pelo; el cual era negro, ondulado y que me llegaba un poco más abajo de los hombros.

-Venga, un desayuno rápido y a estudiar-me dije mientras bajaba las escaleras.

Mi casa no era extremadamente grande, tenía tres habitaciones, dos baños, una cocina, un salón y un sótano el cual con unas reformas se convirtió en una sala de baile. También teníamos un jardín trasero el cual tenía bancos y una mesa.

-¿Dulce o salado?-dije señalando a un espejo que había en el salón.

Observé hacia donde apuntaba mi dedo.

-Libro azul de la estantería-dije acercándome a esta.

-"Postres de chocolate fáciles y sencillos", dulce-dije después de ver el título de aquel libro.

The Second Side Of The BadBoy-JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora