{2T} 25 - Como chica.

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Padre e hija dejaron al resto de los Totchi atrás, para dirigirse de la forma más calmada que podían a una zona que ambos conocían, pues había sido del campo de entrenamiento donde Suki veía luchar a su padre y tíos, cuando se lo permitían o cuando el dolor de los golpes que su propio progenitor le propiciaba no era tan agudo y punzante.

- La última vez que nos vimos, hija mía, aún eras una niña buena y linda que seguía las órdenes de su padre. - habló Suiko con la misma voz pacífica de siempre.

- La última vez que nos vimos prometiste matarme cuando regresara. - respondió Suki sin mirarlo a los ojos, el dolor no se lo permitía.

- Por favor, minucias sin importancia. Todo lo que te di fue amor, cariño, te cuide y te protegía con mi vida, y ¿así me pagas?

- Ojalá todo lo que estas diciendo fuera verdad, pero estas hablando con la persona que menos se cree esas estupideces. - la joven estaba tensa, no quería estar en ese lugar.

- ¿Cuáles son tus verdaderas intenciones al venir aquí? ¿Crees que rebelandote en contra de mí lograrás algo? Antes teníamos una bonita relación ¿qué pasó con ella?

- Suiko, seré sincera, si vine no fue precisamente para hablar de como muestra relación padre e hija se fue al diablo hace mucho tiempo, ni tampoco vine a escuchar todas esas babosadas que ni siquiera tu te crees. Vine aquí con un único propósito: matarte para liberar a las mujeres o morir en tus manos como te gustaría que hubiera pasado desde que era una niña.

- ¿Y quién crees que va a liberar a tus preciadas mujeres? He enseñado a este clan lo insignificantes que son, y todos seguirán con la tradición. - blandió su vara, la cual no era de madera como la de Suki, sino de un metal resistente, la cual escondía las hojas filosas de un hacha.

- Ikuro se hará cargo, y cuando tenga tu cabeza en mis mano, todos entenderán cuales órdenes deben seguir. - Suki tomó su arma con fuerza, y sin dudar sacó las hojas de su guadaña doble.

- Primero, tienes que ganar esta batalla. - las hojas del hacha no se hicieron esperar. - Demuestra que estoy equivocado.

Ambos arremetieron en contra del otro, provocando un choque de metal que sacó chispas, como si se fuera a encender un fuego, y de eso no habría duda, pues el clan Totchi era conocido por el carbón ardiente que le corría por las venas, literalmente.

- ¿Cómo es posible que los Totchi de Sunagakure no tengan estos problemas? - dijo la joven con ira mientras esquivaba una de las estocadas de su padre.

- No sólo desobedeciste mis órdenes al irte de mi lado, sino que también te relacionaste con esa gente que ni siquiera deberían tener nuestro apellido. Esos libertinos asqueroso que no pudieron apegarse a nuestras reglas.

- Arte ninja. Estilo quemar: calor de infierno. - sentenciaron padre e hija, haciendo que la temperatura subiera demasiado, hasta para ellos que desde el nacimiento se habían acostumbrado al calor.

La batalla no cesaba, y gracias al aumento de la temperatura sus ataques eran cada vez más fuertes, pero el oxígeno era cada vez menos.

Por su parte, Ikuro, Kiba y Matsuya eran atacado por el resto de los Totchi, cosa que no se les dificultaba en lo absoluto, aunque la más atacada era la Hashi. A la Kunoichi se le gritaban improperios, uno tras otro, intentando rebajarla a la peor escoria que había pisado la tierra; aunque aquello no le afectaba, pues peores cosas había escuchado en su vida, la estaban molestando tanto que quería devorar a los ninjas allí presentes, pero sin la autorización de su estudiante, prefería no hacerlo.

Ikuro, al igual que el resto, se percató del calor que comenzó a hacer tan de repente, y como buen Totchi, identificó esa técnica tan peligrosa que uno de los combatientes había activado.

Ojos color cielo. ºNara ShikamaruºDonde viven las historias. Descúbrelo ahora