Capítulo 33

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Unos meses pasaron desde la llegada de Felix a Corea, su vida llevaba un curso normal. Salía con sus amigos, practicaba en su club, sus calificaciones iban bastante bien y los más relevante era que cada día se enamoraba más de Changbin.

Era un día común, cuando el pecoso iba tranquilamente rumbo a su apartamento ya que sus clases terminaron un poco antes debido a la ausencia de su profesor de química.

Casi llegaba al edificio, cuando empezó a vibrar su celular, así que prendió la pantalla para ver porque vibraba, siendo mensajes de un número que no conocía.

Desconocido:

Felix, hola.

Soy la Doctora Im.

Debemos hablar.

Debes seguir tu tra...

Enviado: 02:49 p.m.

La pantalla bloqueada del celular no dejaba ver los mensajes completos, pero no era necesario para que el rubio supiera de quien se trataba y que buscaba.

Rápidamente el pecoso borró los mensajes de su pantalla, decidió fingir que no había pasado nada, que esos mensajes no eran reales. Intentó borrar esas ideas de su mente y se apresuró para llegar a su apartamento.

Entró a casa, alejó lo más posible el celular de donde él estuviera, dejando el aparato en un mueble que ni siquiera usaba, para así asegurar estuviera lejos de su campo de visión.

Hizo todo lo que debía hacer, sus tareas, comer algo, limpieza, avanzar proyectos y antes de lo que pensara, llegó la noche lo cual agradeció.

Así que muy temprano se dispuso a dormir ya que sentía sueño, batallando un poco, pero finalmente lográndolo.

Luces se veían algo disipadas, pareciendo provenir del techo. Un gran dolor recorría el cuerpo del pecoso. Los gritos empezaban a aturdir sus oídos.

– Eres un idiota Felix.

– Golpéalo, dale su merecido.

– Eres un maldito estúpido.

– Ya muérete Felix.

El rubio despertó súbitamente, su cuerpo estaba lleno de sudor frio, su respiración estaba agitada, su corazón latía sin parar y unas lágrimas rodaba lentamente por sus mejillas.

– No otra vez – los sollozos empezaron a sonar por toda su habitación. El pecoso limpió rápidamente sus lágrimas mientras abrazaba fuertemente su almohada – no otra vez.

El pasado del australiano parecía volver a sus recuerdos, su mente daba vueltas al asunto – ¿Por qué otra vez pasa esto? ¿Por qué ahora? ¿No estaba ya bien?

El rubio tomó su teléfono y marcó al número que había mandado más temprano los mensajes.

En su cabeza, ella tenía la culpa de todo.

 Felix – una voz preocupada sonó al otro lado de la línea – gracias por devolverme la llamada yo...

– Deja de buscarme – interrumpió el pecoso – ¿Cómo conseguiste mi número?

– Me lo dio la doctora Park. Felix, debes seguir el tratamiento, no puedes dejarlo, así como así...

– ¿Y me buscas hasta ahora? – interrumpió una vez más el rubio.

– Apenas hace una semana me enteré no vivías más aquí en Australia, busqué por todos lados hasta que supe te habías ido para siempre, y te fuiste sin terminar tu tratamiento...

Loneliness || Lee FelixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora