Sólo pasaras por encima de mí el día en que yo esté muerta
Lucrecia
Los rayos del sol penetran el gran ventanal y el primer pensamiento que se me cruza es «¿que hago aquí?» al notar el diseño diferente de la habitación pero rápidamente recuerdo todo.
«Estoy en la casa de Eros».
Hay una nota en la mesita de noche, ropa y toallas limpias sobre el sofá de al lado. Me levanto cogiendo las cosas yendo directo al baño. Agradezco que no esté aquí, un poco de privacidad es necesaria para aclarar la mente luego de lo sucedido entre los dos. «Lo primero que digo y es lo primero que hago».
En el papel me pide ir al comedor para desayunar, el servicio lo tiene preparado todo y luego pide ser trasladada a su despacho para avanzar con los pendientes. Rompo el papel, lo tiro a la basura y de la mala gana salgo al pasillo en busca de mis alimentos, «estoy famélica».
No h iniciado bien el día y ya ando de un humor insoportable, ni yo misma me aguanto cuando estoy así. Eros quiere respuestas a verdades que él ya sabe, conoce a mi familia de hace años sabiendo perfectamente quienes son mis hermanos, primos y casa integrante de mi familia dentro y fuera de la mafia, ahora quiere venir a hacerse el estúpido para sacarme a mi información. Será mejor que vaya bajándose de esa nube porque no le afiliaré el cuchillo con el que piensa matarme.
Paso frente a un espejo que está en el pasillo por dónde voy pasando deteniéndome abruptamente para observar los chupetones alrededor del valle de mis senos. «¿Que mierda...?». Debo de dejar la impulsividad a un lado, Eros es un divino Dios pero también es mi némesis, el cazador y la presa no se pueden vincular. En mi defensa la adrenalina del momento aún corriendo por mis venas y las tremendas ganas de devorar ese cuerpo trabajado desde que lo vi pudieron más que el sentido común. Eso fue tocar la puerta del demonio otra vez y arder juntos en el mismo círculo del infierno, simplemente por placer, porque me gusta, porque me encanta como me lo hace, de como me toca y como me desvanezco entre sus brazos.
Una señora como de la edad de mi madre o poco mayor sale de una de las puertas dobles con una bandeja humeante llena de exquisitos olores, se muestra amable moviéndose de ahí hasta la mesa donde me pide tomar asiento y servirme a mi gusto. Le agradezco con una leve sonrisa luego de sentarme y me sirvo algunos pancakes, frutos rojos, miel y jugo de naranja. Suspiro profundo relamiendo mis labios al ver la delicia que tengo en el plato y me lanzo a devorar en un santiamén todo lo que me serví.
«¡Dios!, no sabía que tenía tanta hambre» pensé. «Esto lo causa ese griego de mierda, tiene un efecto raro en mí».
Me recompongo rápido, limpio la comisura de mis labios luego de verter el resto de jugo en mi garganta y me levanto de la mesa para girarme a ver a la mujer que está a la expectativa de mis movimientos, le muestro una de mis mejores sonrisa cálidas y le pregunto:
—¿Puede indicarme dónde está el despacho, por favor? —camino hasta ella—. Si no es mucha molestia.
—Por supuesto, el señorito Eros me pidió atenderla y llevarla hasta allá —comenta devolviendo la sonrisa junto a un gesto con su mano pidiéndome seguirla
En silencio caminamos por los pasillos hasta plantarnos frente a una puerta de nogal. La señora, ahora conocida como Bianca, nota la indecisión en mi rostro por lo que me anima a pasar recordándome la espera del señorito por mi presencia, luego se disculpa para retirarse e irse por donde vinimos. Después de verla desaparecer y asegurarme de estar el pasillo en soledad absoluta, pongo la mano en el pomo girándolo y entrando definitivamente en el lugar.
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Reina Italiana [En Edición]
RomanceLibro I de la trilogía deseo, peligro y perversión. "Una pequeña convertida en el Diablo y un demonio dispuesto a quemar el mundo junto a ella. Entre el 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒐 y el amor habrá mucha codicia y traición. Mientras vivan en un mundo criminal deberán...