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"Jodeme, toma mi mano y jamás la sueltes, sin importar si el mundo está en contra de lo nuestro"

Margareth

"Él que persevera, alcanza", recuerda el general Federico antes de salir de la oficina, aferrándose a la pequeña esperanza de quebrantar la fortaleza de la adolescente y al fin diga algo que sirva para poder capturar a los grandes cabecillas del Triángulo.

Por mi parte estoy cansada de jugar al gato y al ratón con esa mocosa, su insolencia, altivez y confianza me tienen harta, las respuestas evadiendo lo que importa no las soporto un minuto más, quiero infringuirle tanto dolor como sea posible para que abra la maldita boca y suelte toda la suciedad que está envuelta alrededor de esa familia de mierda.

Por su culpa perdí todo, mi vida, a mis hijos, mis logros, mi amor...

Aunque Daniel esté vivo no es garantía de que no me lo puedan asesinar pero con el hecho de querer a esa estúpida es más que suficiente para entender que no es necesario verlo muerto, me abandonará después de esto, si consigue salvar a la escoria de Giuseppe, se irá lejos donde no lo pueda encontrar Lucrecia o cualquiera del Triángulo, dejándome a la deriva, buscando maneras para refugiarme o cambiando de identidad y vivir así lo que me queda de vida.

Llevo años viviendo con ansiedad y ganas de vengarme, una sed incontrolable por obtener poder, quitar de mi camino a Federico y posicionarme como la mayor jerarca de la CCFE para así ajustar las leyes a mi favor y cazar a esos hijos de puta sin restricciones. El obstáculo es quitarme de encima al general Villareal, con esa misión me ganaría el ascenso y por ende la remoción de este hombre pero se está haciendo cuesta arriba terminar con buen pie la cacería de los Vecchio.

—La chica está en la sala de interrogaciones —avisa un militar asomándose en la puerta—, ya puede ir mi señora —asiento.

—Retirate —ordeno.

Hace el saludo militar y se desaparece de mi vista. Suspiro pesadamente, «quiero pegarle un tiro a esa niña de una buena vez», o quizás debería hacerlo con Federico, me lo quito de encima y todo estaría bien para mí. Tomo el folder dónde está la información de la investigación, llevo años en esto desde que salí de las inmediaciones de la mansión Vecchio, aquel día donde no imaginé el gran odio que les tendría hasta que mi padre me hizo a un lado, tratándome como una basura, por amar a quien no debía. Los recuerdos son un trago amargo cada que vienen a mi mente, trato de no evocarlos y desde entonces hago todo lo que puedo para liberar las ataduras de mi pasado y reinvindicarme.

Camino por el pasillo recibiendo saludos militares pero sin devolverlos, no los observo y tampoco soy amable con nadie, es algo que no está en mí hacerlo, me he impuesto la tarea de hacerme respetar como mecanismo de defensa por lo que viví así pase por altanera y prepotente. En la puerta de la sala están dos guardias mientras los demás están en la sala contigua para poder presencia el interrogatorio, yo lo llamo "perdida de tiempo".

—¿Otra vez tú? —dice cuando me ve entrar—. Ya aburre su rutina.

—Podemos cambiarla a algo más entretenido si así lo desea su majestad —me burlo tomando asiento delante de ella.

—¿Sabe? He tenido una discrepancia durante estos días —comenta observándome a los ojos.

—¿Ah, sí? ¿Cuál será? —finjo interés mostrando una sonrisa.

—Si felicitarla por su perseverancia o reírme de su estupidez —dejo de sonreír con altivez, dando paso a un gesto de amargura—. Optaré por la segunda opción, ¿que le parece? —murmura sonriendo de manera inocente. «Estúpida»

Reina Italiana [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora