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¿Querías conocerme? Pues, aquí estoy.

Marcos

Vuelve a darme vueltas la decisión de Lucrecia de traer a Gail. No es una mala pieza pero si bastante agresiva, además de estratégica. Ella fue criada al estilo de Vincenzo y el mío, donde todo era a base de puño, bala, sangre e inteligencia. El físico es un plus agregado por los excelentes genes de los Vecchio Harris. Aurelio no fue el ser más cariñoso de este mundo, así que nos hizo prácticamente a su imagen y semejanza: unas máquinas asesinas, excepto que, yo saqué un poco la parte sentimental de Tamara y eso lo enfurecia tanto hasta el punto de obligarme a trabajar el doble que a mis hermanos. Por supuesto, la cabecilla principal de la mafia y el triángulo sería yo, el siguiente en línea ya que Georgina se hizo a un lado, cediendo su puesto entre los varones y pues a quien le recayó la responsabilidad fue al marica sentimental. Una posición que no pedí, no exigí a gritos como mi hermano. Quise pasarle la corona a él en todo momento pero Aurelio jamás lo permitió, de todos el menos capaz y responsable era Vincenzo con sus despilfarros y la manera antipolitica de tratar con los socios, líderes, gobernantes, cabecillas de clanes y todos los que forman parte de este mundo.

Ya luego con la tercera generación a la primera en recaerle las enseñanzas de mi padre fue a Gail, situación que generó el disgusto total de mi hermana e intentó llevársela lejos pero por supuesto una vez eres mafioso o descendencia de ésta, jamás podrás escapar de ella, así que a fin de cuentas se hizo a un lado y dejó a Aurelio entrenarla como hassasin, junto a mis hijos mayores. Para cuando nació Lucrecia, papá ya no pudo implementar el chip a base de puños y balas, pero si en conocimientos teóricos y la práctica fue empleada por Adolf, quien era el jefe de seguridad y maestro a cargo de los entrenamientos.

En resumidas cuentas, mi sobrina es un haz bajo la manga el cual podía disponer porque es una joven hermosa y talentosa, lo suficiente para enviarla a misiones estratégicas y haber debilitado a varios enemigos pero por respeto a mi hermana, nunca la molesté. Ahora con mi hija a la cabeza de todo, usará cada cartucho disponible para dar golpes contundentes. Ella manejará todo este imperio como alguna vez lo hizo mi padre, mi abuelo hasta el mismísimo Michael Corleone, a quien le tuvieron miedo y respeto al mismo tiempo por ser una persona tan capaz, fría e inteligente.

Lo que nunca pude suponer, ni en mis peores sueños fue esto, la guerra entre mis hijos. Lloré la muerte de mi primogénito a manos de mi primera hija hembra, algo tan insólito porque jamás calculé el nivel de frialdad y odio el cual posee Lucrecia. He estado subestimando sus sentimientos, iniciando con la decisión de enviarla como reclusa a la mansión Harris en Francia durante diez años.

Papá estaría decepcionado de mí, de verme convertido en un hombre tan "débil y maricón", como solía llamarme, demostrando lástima al ver el cuerpo tiroteado de mi hijo en ese almacén, dejando ver la supuesta humanidad que me empeñé en ocultar ante todos durante mi mandato para que así no me jodieran tan fácil y al final, lo han hecho de mil maneras. Los golpes que di y sigo dando, vuelven a mí de maneras diferentes pero así es la vida, diciéndote que si escupes hacia arriba, la saliva te caerá en la cara.

Así pues me ha caído encima toda la mierda: el odio de mis hijos, la indiferencia de mi esposa, la guerra entre la ley y los bandidos. Una ruleta rusa de sentimientos, peleas y mentiras. El imperio Vecchio se está sosteniendo a base de resentimiento, poder, grandeza y sangre. Se nos tiene respeto, más eso no nos garantizó nunca la paz y tranquilidad. ¿Soy un iluso, no? Paz y tranquilidad siendo criminales.

—Hay mercenarios en Mykonos —entra Lucrecia, encendiendo la luz de la habitación, sacándome de mis pensamientos.

«¡Mierda!»

Reina Italiana [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora