París, Francia
Atentado PolacoLucrecia
-Alexia, aún no hemos terminado de hablar -sigue mis pasos por el pasillo.
-No hay nada que hablar, Jean Piere -digo tajante.
-Por supuesto que si, Alexia -refuta- ¡Esto no ha terminado! -chilla a mi espalda aún siguiéndome.
-Nunca hubo nada, deja de crearte suposiciones.
-¿Cómo? -murmura- ¿Todas las salidas que? ¿Solo fue diversión de amigos? -vuelve a chillar- ¡No me jodas!
Es por esta la razón por la cual no salgo con chicos en plan «solos», creen porque les doy la oportunidad de ir a cenar, bailar o al cine, la pasamos bien y ¡pum! Ya debemos ser algo, tener un compromiso.
¡Que horror!
¿Lucrecia Vecchio en una relación? ¡Jamás!
Suspiro pesadamente, invocando al todopoderoso o al ángel del infierno, a todo el que tenga poder sobrenatural para pedirle paciencia, mucha. Casi infinita. Me pica la palma de la mano por las ganas de atestarle unos tiros al mequetrefe de Jean Piere para que se calle la puta boca de una vez.
Sin embargo alejo esos pensamientos agresivos, aprieto el agarre a mis libros en el regazo y giro en mis talones, deteniendo su andar de forma abrupta, sus ojos caramelo me observan bajo esas espesas pestañas, exhalo y relajo los hombros, aprieto los labios formando una fina línea.
Él es un hombre muy atractivo, uno de los tantos que hay en la facultad, muchas chicas casi quieren abalanzarse a él cuando lo ven caminar por los pasillos de la universidad. Gracias al universo no es como los otros chicos, para nada coqueto o arrogante, a pesar de ser de una familia noble. Tiene hombros anchos, rostro fino pero varonil, de un metro noventa, práctica polo, natación y atletismo por lo que tiene un cuerpo bien trabajado, lleva el cabello marrón corto y revuelto en combinación con sus ojos caramelo junto a esas pestañas espesas. Es un arte digno de admirar. Media universidad piensa lo mismo.
-Salimos como amigos, lo dejé en claro desde el principio antes de aceptar aquella cita -espeto irritada.
-Pero estaba sujeto a cambios, si llegásemos a sentir algo -pasa las manos por su cabellera y se escuchan suspiros femeninos cuando ven tal acción, ruedo los ojos. «Ridículas»
-Jamás accedí a esa condición -aclaro-, entiendo que sientas atracción por mí y no puedo negar tener cierta sensación similar pero no estoy interesada en intentar nada contigo -le digo zanjando la conversación, giro en mis talones e intento seguir mi camino.
-¡Espera! -rodea mi brazo con fuerza haciéndome girar y chocar con su pecho. Me separo de su cuerpo, observo del agarre a él con mala cara, así que me suelta y me dedica una sonrisa apenada de lado-. Lo siento...
-Jean Piere, basta -murmuro entre dientes- Hay muchas chicas aquí que quieren estar contigo -señalo a nuestro alrededor- ¿Por qué te empeñas conmigo? Dije no y debes respetar esa decisión -chasqueo molesta. «¡Sino lo haces te voy a pegar un maldito tiro animal!», pienso.
-Si pudieras cambiar de...
-¡Jesús! NO, ¡entíendelo! -me exaspero.
Él abre los ojos sorprendido por mi reacción, el pasillo mágicamente se silenció envolviendo la atmósfera con una pesadez incomoda. Siento las miradas de todo mundo sobre nosotros. «Que vergüenza». Suspiro otra vez, siento las mejillas calientes de la rabia, el pensamiento de pegarle el tiro me parece más atractivo cada segundo al verlo de pie frente a mí con su cara de estúpido.
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Reina Italiana [En Edición]
RomansaLibro I de la trilogía deseo, peligro y perversión. "Una pequeña convertida en el Diablo y un demonio dispuesto a quemar el mundo junto a ella. Entre el 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒐 y el amor habrá mucha codicia y traición. Mientras vivan en un mundo criminal deberán...