30.

675 73 0
                                    

La felicidad es efímera, el odio es de por vida

Lucrecia

En el trayecto a la mansión fue pensar. Darle vueltas y vueltas, ir y venir en una ensoñación. ¿Es real? ¿Es una señal? ¿Que hago? Jamás lo esperé, esto es un plus a la vida que me toca. ¿Seguiré con ello? ¿Quiero esto para mí? Quizá sí, lo llegué a pensar pero lo sopesé por el mundo en el que vivo y viviré hasta el día de mi muerte, más quiero esto para...«Basta, Lucrecia». Detengo el hilo de mis pensamientos, van a destruirme, no es hora de pensar en ello, lo haré en otro momento.

—Tierra llamando a Lucrecia, tierra llamando a Lucrecia —mi mejor amiga agita las manos frente a mis ojos— ¿Hey? ¿Todo bien? Pareces gasparin...—frunce el ceño escrutando mi rostro—. ¿Se te apareció Dios?

Ruedo los ojos y bufo. Simulo arreglarme la coleta y vuelvo la mirada a ella.

—Ya puedes dejar de mirarme como pendeja, me vas a desgastar.

—Sino lo ha hecho Eros que te coge a diario, yo menos —se encoge de hombros echándose atrás en su asiento. Veronica suelta un risilla y Amin palidece al ahogarse con el agua.

—¿Que te dijo el médico? —pregunta el árabe cambiando de tema.

—Nada, estoy bien. Dice que es estrés acumulado, debo descansar y tomar vitaminas por una anemia —aprieto en mi regazo la carpeta, resguardando la información. El hombre intenta echar el ojo pero giro un poco en el asiento, dándole la espalda.

Al llegar a la mansión, le pido a Elena, la sirvienta asignada para Eros y para mí, que me preparé un té mientras subo casi corriendo a la habitación. Dentro, respiro hondo, deslizándome a un lado de la cama, con la carpeta abierta frente a mí. Las lágrimas no tardan en aparecer y sollozo, estremeciéndome de la impotencia. Grito, pataleo y lloro. ¿Por qué? Ni pregunten, solo hago lo que me pide el cuerpo.

—A mí no me vas a joder...—entra vociferando mi amiga, sin embargo se detiene a observar toda la escena y se sorprende— ¡Hey! No, no, no, no llores cariño —baja a mi altura para acunarme en su regazo— ¿Que te pasa? ¡Deberías estar feliz! —señala el contenido frente a nosotras

—¿Feliz? —repito incrédula— ¡Esto es demasiado! —señalo la carpeta—. No es momento para sentir culpa si algo malo me pasa —digo entre sollozos

—A lo mejor es una señal Lu, el destino te está preparando para algo mejor que ser una loca asesina —menciona con optimismo, acariciando mi cabello con una mano— tendrás un esposo maravilloso quien te ama y serán una familia feliz, como siempre te imaginé -ahoga un sollozo

—Bett, debo hacerlo. Si no mato a Daniel, él vendrá por mí y seré yo la muerta o huir para no terminar con esa bala en la cabeza —me recompongo, limpiando las lágrimas de las mejillas con rabia— si eso pasa ¿como crees que me sentiré? Dejándole toda ésta mierda a Eros y a lo que sea que viene —paso el dedo por el papel.

Suspira profundo cruzándose de brazos molesta.

—Bueno, es una decisión de los dos, habla con Eros y lleguen...—la interrumpí.

—No se lo diré.

—¡El colmo! —se levanta furiosa—. Él debe saberlo, es su derecho —afirma, histérica

—No lo haré —respondo con firmeza—. Deja de gritar, te pueden escuchar, además esto es algo que decidiré sola.

Ríe sarcásticamente, paseando de aquí allá en la habitación despotricando, luego se detiene y me señala con el dedo en señal acusatoria.

Reina Italiana [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora