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Hice lo que debía para escapar de sus manos aunque quizá me gustó y quiero repetir

Lucrecia

El sol salió colándose como de costumbre por las ventanas de la habitación. Hacía un tiempo no estaba por aquí. Mi hermano se volvió ágil pero sigue siendo predecible y eso me aburre.

Eso sucede cuando eres un militar y sabes cómo son sus tácticas.

Lo divertido y diferente fue anoche, recordar las perversiones donde solo él y yo nos entendíamos hasta ser descubiertos follando como los maníacos que somos.

Sigue siendo un delicioso bizcocho con esa verga tan complaciente y desgarradora de mi vagina. Nuestro sexo siempre será algo que no podré conseguir en alguien más, es salvaje y sin límites para experimentar en la cama.

Pero es hora de salir de aquí, mi familia debe estar buscándome por debajo de los océanos y Eros quemando al mundo por rescatarme.

Eros... Siento una ligera pesadez en el pecho al recordar sus ojos intensos escrutándome o insultándome cuando sepa lo que he hecho con mi hermano. Sé lo que causó en él y quizá estoy sucumbiendo a eso.

Alejo el pensamiento, no es hora de tonterías.

Sé que el encontrar a Giuseppe es significativo de asesinarlo, algo que no quiero cumplir. No con él. Quizá ya no lo ame pero si disfruto jugar con él y puedo usarlo para mi conveniencia, algo que no sé cómo se lo explicaré a Eros, sus celos pueden alcanzar niveles extremos y su psicopatía no es de gran ayuda.

Sigilosa, rebusqué en el armario, cogiendo unas prendas femeninas, es lógico de quién son: Amalia, la mojigata esposa de mi hermano. Tiene el gusto en el culo para no definirlo como «horroroso».

Volteé hacia Giuseppe mientras me colocaba la ropa con cuidado. Duerme de forma plácida, el cabello rubio platino revuelto le cae hacia la frente, su rostro lleno de pecas debajo de sus ojos y en toda la espalda. La sábana solo cubre su culo y deja el resto a la vista. Así es una tentación divina y si no estuviese en ésta situación me quedaría a seguir follándomelo.

Con el mismo cuidado busqué el arma que mantenía debajo de la cama, espero continúe siendo su lugar de escondite. Tanteé un poco hasta encontrarla junto al silenciador y un cartucho. Salí de la habitación, corriendo hasta el final del pasillo ajustando el silenciador y cargando el arma. Me deslicé escaleras abajo topándome con los primeros soldados. Son 3, dos a cada lado del pasamano de la escalera y uno en la puerta de entrada.

Apunté al primero, advirtiendo a los otros pero antes de que el segundo reaccionara le atrevecé una bala en el cráneo cayendo de frente a la sala. Me pegué a la pared para ocultarme del último, está dando instrucciones por radio mientras escucho como sube los escalones hasta llegar a la planta alta, esperé unos segundos y apunté hacia él disparándole entre las cejas.

No sé cuántos son en total pero en la emboscada del restaurant fue un grupo como de 10, así que no debe de haber más de esa cantidad. Aprendí mucho sobre las fuerzas especiales de cada continente, cada país. Tácticas, modelos de ataques, armamento, vehículos, escondites, trajes, ceremonias, nombre y apellido. Creo que soy buena memorizando todo y eso me hace lo que soy, una amenaza.

Me muevo rápido antes de levantar sospechas de los otros soldados caminando entre la sala, comedor y cocina. No hay movimiento. Sigo hacia el jardín y me oculto detrás de unos árboles, hay una fila de cinco protegiendo la separación de el límite del jardín con la pista de aterrizaje.

Objetivo: llegar al jet.

Obstáculo: el grupete pendejo de soldados.

Reconozco a Iván, Gaetano y Leonardo un poco separados del resto, hablando un poco sospechosos. Me preparo apuntando al primero y disparo, cae inerte y los demás reaccionan buscando de donde provino la bala. Aprovecho y le disparo a cuatro con la precisión adquirida en las peleas clandestinas.

Reina Italiana [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora