5.

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Me das muchas vueltas y no estás dejándome vivir. Ven a mí y quemaré al mundo por ti

Eros

—Déjame en el lugar de siempre —le ladro a Marlon azotando la puerta

—¿Está bien, señor? —me ve por el retrovisor

—¡¿A caso ves que es así?! —grito, histérico

Intenta decir algo pero cierra la boca. Se lo agradezco, no estoy para soportar pendejadas. La rabia me está consumiendo, el momento se repite una y otra vez en mi memoria. ¡¿Que le pasa a esa perra?!, parecía estar de acuerdo con la cercanía que tuvimos, su cuerpo reaccionando al mío. No es la primera vez que estamos juntos. Pero no, me rechazó. Paciencia señor, paciencia. El golpe le dolió a mi ego, se atrevió a pegarme, a mí que soy su igual y también vale mi poder.

¡Ya verá esa hija de puta!

Vendrá arrastrándose a mis pies, porque no voy a descansar hasta que sea lo que ella representa: mi trofeo. Es la ficha importante para tener el control absoluto del trono de la mafia europea y la necesito a mi lado, por las buenas o por las malas pero será mi mujer cueste lo que cueste.

Salto del coche apenas se detiene. El aviso Red Circle nos recibe y los vigilantes de la entrada abren la puerta ante mi presencia. Saludan pero paso por su lado sin responder. No estoy de humor para cordialidades, lo que necesito es desahogar toda ésta mierda de orgullo herido y tengo dos opciones: secuestrar a Lucrecia y domarla hasta que entienda a latigazos que soy quien manda o follarme a la perra de Sharon.

En estos momentos elijo la opción dos.

Si quiero doblegar ese carácter que me trae volando bajo, debo pensar y actuar con cabeza fría sino todo lo que quiero se irá a la verga.

—Lo mismo de siempre —exijo al bartender. A los segundos coloca el trajo frente a mí y  Sharon aparece en un albornoz rojo transparente.

Ella es la mejor prostituta que existe en Italia. Tiene el negocio ganando millones con las membresías que ha vendido. Además es mi puta personal. Deslumbra una belleza afrodisíaca que se antoja exquisita y con ganas de hacerle lo que quieras, algo a lo que ella no se limita mientras le proporcione dinero y seguridad. Tiene piel morena, ojos verdes y un cuerpo divino. Su coñito es lo que más disfruto, después del de cierta loca.

—Dichosos los ojos que te ven —besa la comisura de mi labio—. ¿Que te hizo esa zorrita? —le echo una mirada burlona, una zorra llamando a otra igual. Sabe lo que quiero con Lucrecia, es menos tedioso hablarle a ella que ir a un psicólogo.

—No estoy para hablar —la corto, si no le pido hablar, no debe hacerlo. Es una esclava, no una invitada—. Sabes a qué vine, ¿vamos o me busco a otra? —digo tajante, vertiendo el trago completo a mi garganta

Asiente y se encamina por el pasillo al fondo del club. Entre ambos no existe muchas palabras, solo cuando le autorizó hablar. Sabe para que vengo y no se molesta, ese es su trabajo. A cambio le ofrezco seguridad.

Cierro la puerta del despacho de un empujón mientras despojo a Sharon de la prenda, magreando esas redondas tetas provocativas y a la vez nos besamos, salvaje, así como me gusta y ella lo sabe.

La rabia se está volviendo calentura resintiendola en el cuerpo, concentrándose en una zona específica, la entrepierna. La cual palpita pero al recordar los labios de la otra. Se me está poniendo dura de solo pensarla y Sharon aprovecha de sobarla contra su abdomen. Baja su mano para masajear mi verga encima del pantalón a la vez que sigo prendido de sus tetas, mordiendo y chupando, marcándola para que no olvide que soy yo su dueño, su amo y su verdugo, porque de aquí no sale viva jamás.

Reina Italiana [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora