A la fuerza, todo siempre tiene que ser a la fuerza...
Fiorella
Termino de peinarme el cabello marrón largo frente al espejo de la cómoda. Un cepillado hermético, al compás de mis pensamientos.
Mis ojos están fijos hacia el espejo pero no me veo a mí sino a todo lo que llevo dentro, recordándome quien soy y todo lo que he hecho. Luchando por mantener la cordura.
No soy yo cuando comienzo a pensar. No soy la misma cuando vago por la mente analizando situaciones, incluyendo la mía. Estoy en buena posición pero el presentimiento de que todo acabará mal no se apaga en el pecho.
Mis hijas no están bien, eso es seguro. Heredaron un gen diferente porque yo lo decidí así, sólo necesité una ficha principal para mantenerme en este círculo, bajo la protección de Marcos. Lucrecia tiene que posicionarse como la Princesa Amarilla para por fin desplazar a su padre y así sentirme segura otra vez.
Porque...Ella no se atrevería a matarme cuando se entere de la verdad o ¿sí? La crié bien, es el arma mortal de mi juego y fue mejor cuando incité a Aristóteles para tomarla como ficha en esas partidas de póker.
Necesitaba valerme de eso para que ella aprendiera a ser una bestia, asesinar y liberar el gen maldito de los Mancini. Coloqué todas las esperanzas en ella, viendo desde las sombras como su odio y resentimiento hacia Marcos, los Santorini y todo aquel que la mantuvo bajo el encierro, fue creciendo, haciéndola un peligro inminente.
Es la única que dará la cara por la familia, además de ser capaz de quitarle el poder a Shawn, Giuseppe y Daniel, los primogénitos de mi marido.
Como los odio...
Hicieron de mis años de joven un infierno al tener que criarlos como mis hijos. Son tan animales como Marcos, Lucrecia y la misma Amanda. Incluso estuve a punto de aceptarlos como míos pero no dejaría pasar por alto las insolencias de Giuseppe con Lucrecia, las atenciones de Daniel hacia Amanda y la cercanía entre Shawn y Verónica.
No permitiría ver más a mis hijas enredadas con esos animales. Les doblan en edad, además de odiar a sus madres y el hecho de que Marcos tuviera tres hijos cuando sabía lo que yo sentía por él desde joven y las cosas que haría con tal de tenerlo a mi lado.
—Sra Vecchio, el muchacho está aquí —anuncia Isobel. Asiento, con un gesto de la mano le indico para que se retire.
Lo tuve claro cuando me enteré del secuestro. Ellos se han amado de una forma enfermiza y me alegré, de cierto modo, cuando Eros apareció para reclamarla. Apañé la cercanía que estaban teniendo, le dejé ver a Marcos y Aris la buena idea de tenerlos a ambos juntos. Ser imparables no es un capricho, es una obligación sino queremos terminar con la cabeza empalada y expuesta en la plazoleta de la vergüenza. Pero tuvo que aparecer ese malnacido otra vez. Él no posee el suficiente odio hacia ella como Daniel para quitarle la vida, él la ama y por eso lo estuve esperando.
Daría la cara. Volvería, arrastrándose a los pies de Lucrecia. Eso me confirmó lo que ya venía pensando: «ella volvió a follárselo como una puta».
Quizá fue el método para salir de donde la tuviese retenida pero no elimina el hecho de que ella se revolcó con él por gusto también, porque eso lo habían hecho en el pasado.
Mi hija es tan zorra como yo, lástima qué, la astucia no está siendo su fuerte; ahora perderá el camino ganado con Eros, sabiendo perfectamente la representación de él en su vida pero le vale verga y prefirió montarse sobre el pene de Giuseppe en vez de matarlo y mantener la lealtad de Eros a sus pies.
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Reina Italiana [En Edición]
RomanceLibro I de la trilogía deseo, peligro y perversión. "Una pequeña convertida en el Diablo y un demonio dispuesto a quemar el mundo junto a ella. Entre el 𝒅𝒆𝒔𝒆𝒐 y el amor habrá mucha codicia y traición. Mientras vivan en un mundo criminal deberán...