Capítulo 20

529 76 32
                                    

El cielo del lunes por la mañana amaneció encapotado, y el servicio meteorológico aseguraba intensas lluvias por la noche. Sin embargo, alrededor de las seis de la tarde, las primeras gotas frías comenzaron a caer con fuerza contra las ventanas. La temperatura había descendido por lo menos diez grados.

El rostro de Alessia seguía ceniciento; aún le dolía la sien y sentía algunos mareos momentáneos, pero era buena fingiendo que estaba bien por lo que cuando Olivia se fue no se dio cuenta de su estado de salud real.

Después de beber una taza de té para recuperar fuerzas, se deslizó sobre el sofá a mirar las noticias mientras esperaba que se hiciera la hora de ir a la estación de policía. 

Afuera el viento mecía con fuerza las ramas del árbol junto a la ventana, lo que provocaba que éstas chocaran contra el cristal.

Su teléfono móvil sonó. Era Theresa. No tenía que ser muy lista para saber que Olivia se había comunicado con ella para que hablase con Ale.

—¿No piensas ir al médico? —soltó la mujer sin más.

Alessia frunció el ceño.

—Hola, querida Theresa, ¿cómo estás? Yo bien.

—No intentes cambiarme de tema, Alessia, te conozco como si fuera tu madre. Olivia me dijo que no estabas sintiéndote muy bien, ¿qué ocurre?

—Nada en particular, algunos dolores de cabeza. Quizá me agarre una gripe. Nada de lo que debas preocuparte, ¿está bien?

—Bueno, sí, pero sabes que me preocupo mucho por ti, cariño.

—Claro que lo sé, Theresa. Sé que soy tu favorita entre todos. Tu predilecta.

Alessia oyó a Theresa reír con fuerza.

—Veo que tu autoestima nunca se enferma.

—Nunca. De hecho, es una parte vital de mí.

—Ahora me doy cuenta.

El llanto de un niño pequeño resonó en el teléfono.

—¿Ese es tu nieto? —preguntó ella, siempre parecía olvidar que Theresa tenía una familia legítima a la que cuidar; hijos, nietos y hasta un bisnieto.

—Así es. Escúchame, cualquier cosa que necesites solo llámame, ¿entiendes?

—Afirmativo.

—Y si te sientes mal, ve al médico, Alessia.

Alessia suspiró.

—Claro, Theresa. Tengo todo anotado.

—No me hagas chistes cuando estoy preocupada por ti.

—No tienes que estarlo, estoy perfecta, ¿sí?

Theresa dejó escapar el aire.

—De acuerdo, te llamaré luego, adiós. Te quiero.

—También te quiero, Tess. Adiós.

Alessia dejó caer el teléfono sobre el sofá y estiró las piernas. Su lógica de cabeza dura le decía que debía ser ella quien se preocupase por los demás, y no al revés. Siempre había necesitado sentirse un pilar, y ahora parecía que estaba cada vez más cerca de derrumbarse. En momentos como aquellos, cuando se sentía en medio de un conflicto interno, su madre lograba aclararla como nadie. Parecía como si siempre tuviese la respuesta correcta. Se preguntó qué le diría ella, pero por más que lo intentó no logró encontrar las palabras adecuadas. Ella no había heredado ese don, Olivia sí. Alessia se parecía a su padre, cabeza dura hasta los huesos. 

DON'T CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora