Capítulo 33

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Buenos días, generación sin terreno ni pensión. 

Díganme buenos días o les retumbo las nalgas.

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Un mes. Habían pasado más de un mes desde aquel primer beso y Billie aún soñaba cada noche con ella. Y con Alessia abrazándola hasta que se quedaba dormida. Y cuando no estaban juntas, la extrañaba con tanto anhelo que temía que todo fuera un sueño.

Hoy era 18 de diciembre.

Billie cumplía 19 años.

Alessia le había reservado un día ideal.

En su opinión, el almuerzo y el cine estuvieron estupendos. No podía sentirse más feliz. Y tampoco podía creer que Alessia le estuviera dando esa felicidad.

Hacía pocos días habían cumplido un mes. Juntas. Un mes en donde lo habían pasado tan bien que extrañaba cada día, cada hora y cada segundo. Un mes en el que habían aprendido a quererse (sobre todo ella). Un mes en el que habían sufrido alguna pelea, discusiones, pero que la habían solucionado sin darles demasiadas vueltas. A Alessia le encantaba escucharla cuando Billie hablaba sobre su futuro, y aunque todavía no habían hablado sobre lo que pasaría en cuanto Billie fuera a Londres, ese tema les preocupaba mucho a ambas. En lo demás, se llevaban bien.

Le encantaba estar con Ale, porque Alessia parecía sentirse en paz cuando estaban juntas. Lucía incluso más radiante de lo que era.

Era la primera vez que se sentía completa.

Pasearon por el centro comercial (gracias a Dios, porque el calor afuera era insoportable) hasta que oscureció.

«Es aquí. —pensó. —Es aquí a donde pertenezco. No sé cómo es posible que toda mi vida se resuma en este momento, en todos los momentos que paso con ella. En cada segundo, en cada minuto, y cada hora que estoy entre los brazos de Alessia. Pero así es. Sin ella estoy incompleta. Tengo que admitirlo. La quiero.»

Más tarde estaban tomando un helado en el parque cuando una pareja de ancianas, tomadas de la mano, se acercó a ellas.

—Hola, ¿puedo ayudarlas? —les preguntó Alessia.

No parecían tener más de sesenta años. Ella lucía tan feliz junto a su esposa que a Billie le dio un poco de envidia.

—Hola. Me preguntaba si nos podían tomar una fotografía. —dijo la mujer entregándole a Alessia una enorme cámara fotográfica. Tenía pantalla digital, pero aun así parecía de la primera generación.

Alessia les regaló una sonrisa. Dejó el pote del helado y tomó la cámara.

—Sí, no hay problema.

—Soy Marcia, y ella es mi esposa Adelé. —dijo ella.

—Un gusto conocerlas, Marcia. —dijo Alessia y señaló a Bilie. —Ella es Billie, y yo soy Alessia.

Bill se perdió en cómo Adelé abrazaba a Marcia por la cintura y le besaba la mejilla para la foto. Ambas tenían el cabello cano, pero no por eso lo llevaban con poca elegancia. En realidad, parecía que habían nacido para llevarlo así. Adelé tenía los ojos más celestes que había visto en su vida. Y los de Marcia eran de un castaño casi como los de Alessia.

Al parecer Alessia tenía la misma curiosidad que ella, por lo que le preguntó a la pareja hacía cuánto tiempo estaban juntas.

—Desde que tengo dieciséis, ahora tengo sesenta siete. Imagínate. —dijo Marcia con orgullo mientras le sonreía a la cámara. —Adelé tenía dieciocho cuando nos conocimos.

DON'T CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora