Epílogo

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Ya llegué,  ¿cuál es es chisme?

Ayuda, voy a llorar.

——————

Seis meses después.

—¡Jenkis, necesito que vengas ahora! —gritó el inspector jefe, Harry Styles, a través del intercomunicador. Alessia estaba leyendo un informe que la oficial Sulewski le había enviado para que revisara.

«Pobre Claudia. —pensó cuando le entregó las hojas. —Ya no sabe cómo sobrellevarlo.»

Alessia se dirigió hacia el pasillo y enfiló en dirección al despacho de su jefe. No estaba muy lejos.

—Jenkis, cierra la puerta. —dijo en cuanto entró. —Siéntate.

Alessia se limitó a seguir sus órdenes. De hecho, es lo que había acostumbrado a hacer desde hace seis meses. Seguir órdenes. Casi como un robot. Sin Billie, el resto de la vida había perdido su color. Ella no había vuelto a llamar, y cada vez que Ale intentaba comunicarse, nunca atendía. Nada. Ni un mensaje, ni un correo electrónico. Ella solo se había marchado, dejándola atrás.

—¿Pasó algo, señor?

El inspector jefe se reclinó sobre su sillón giratorio y la miró a los ojos mientras encendía un cigarrillo.

—Eso es lo que me pregunto. —dijo entrelazando sus dedos. —¿Qué pasa? Los rumores corren, ¿sabes?

—¿Rumores? —preguntó al tiempo que ladeaba la cabeza. —¿De qué habla?

—Rumores, Jenkis. —el inspector jefe se inclinó hacia adelante. —He oído que tienes cierta..., simpatía por el riesgo innecesario.

—¿Disculpe?

—¿Has ido alguna a vez a un operativo con la esperanza de no volver?

Bueno, eso fue muy directo.

«Sí. Aunque sepa que eso no va a apagar el dolor. No es la solución.»

—No, ¿eso es lo que están diciendo? ¿Que tengo instintos suicidas?

El inspector jefe resopló.

—Sí. Es lo que dicen. Y déjame decirte que me preocupa tu estado mental.

—No soy una suicida, si eso es lo que está diciendo. —se defendió.

—No es lo que estoy diciendo. Me refiero a que... —se frotó los ojos. —Sé que todavía duele lo de tu amigo y lo de la muchacha.

«La muchacha...»

Alessia apretó los labios. No era una simple muchacha. Y aún, cada día pensaba en ella y en Finneas.

—Eso... ya lo he superado. —mintió.

—No has superado una mierda. —le espetó su jefe. —Me pediste un turno de veinte horas, Jenkis. ¿En qué momento duermes? Si es que lo haces.

Seis meses.

Alessia respiró profundo y se apretó la mandíbula con una mano.

—¿Eso es todo, jefe? —le preguntó con un tono casi irritado. Y cómo para no estarlo. La había acusado de suicida. —Puede verme, estoy viva todavía.

El inspector jefe frunció el ceño, se echó hacia atrás y sacó de un cajón una carpeta azul. La arrojó sobre el escritorio caoba.

—No. Hay otra cosa de la que quiero hablar contigo. —dijo y señaló la carpeta con la mano que no sostenía el cigarrillo. —Ábrela.

DON'T CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora