Capítulo 41

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La vida no me sonríe así que hoy es un buen día para pegarse un tiro.

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El plan original consistía en quedarse en casa, eso fue lo que Finneas debería haber hecho. Sin embargo, quedarse de brazos cruzados no era algo que Finneas O'Connell pudiera hacer. Ni siquiera aunque lo obligaran. Y por más que Claudia le pidió una y mil veces que se quedara, que ella le informaría, Finneas insistió en ir. Eso o habría tomado su propio vehículo.

Ahora estaban a medio camino del puerto.

—¿Qué haremos entonces, en cuanto lleguemos?

—Nada. No podemos. —le anunció Claudia. —Hasta que Alessia no de la alarma, no podemos hacer nada.

—¿Qué? —exclamó Finneas. —¿Cómo que no podemos hacer nada? No podemos dejarlas solas.

Claudia Sulewski se encogió de hombros sin quitar la vista de la carretera apenas iluminada por los postes de luz.

—En primer lugar. —puntualizó. —Eres tú el que no va a hacer nada. Te traje solo para que estés con tu hermana. Pero ni se te ocurra salir de la patrulla antes de que todo acabe y en segundo...

—Espera, espera, espera. —le cortó Finneas. Hubiera sido divertido si no estuviese tan preocupada. —¿Acabas de decirme lo que tengo que hacer, Claudia Sulewski? No me lo creo.

Claudia asintió, con una sonrisa torcida.

—Sí.

—De verdad no me lo creo.

—Bueno, pues vete acostumbrando. Si tengo que protegerte, lo haré como sea. Incluso contra tu voluntad.

Finneas abrió la boca y lanzó una carcajada. Lo había dicho en un tono tan serio que no sabía si seguir riendo o cerrar la boca.

—Bendito el día que entraste en la farmacia, Clau. Creo que fue una casualidad maravillosa.

Sulewski pestañó.

—Bueno, eso..., no sé si realmente fue una casualidad. —confesó.

Finneas arqueó una ceja.

—¿Cómo?

—Que no fue una...

—Sí, sí. Ya te oí. Pero por qué lo dices.

Sulewski apretó los labios sin decir nada.

—Claudia, dime por qué.

Sulewski le echó una mirada de reojo. Estaba nerviosa otra vez. Sus chispeantes ojos celestes le recordaron al océano durante un día soleado.

Había olvidado que a veces Claudia podía ser tímida y hasta torpe cuando estaban juntos. Eso era lo que más le gustaba. Él era una tormenta en pleno apogeo, y Claudia era esa brisa suave y cálida que te acaricia la piel. Por esa razón se complementaban tan bien.

Se preguntó cómo harían Billie y Alessia. Ambas eran huracanes.

Una ola cálida recorrió su cuerpo. En parte estaba convencido de que Alessia salvaría a su hermana. Alessia amaba a Billie más que a su propia vida, y estaba seguro de que por salvarla, se interpondría entre ella y todo lo malo del mundo.

—De acuerdo. —murmuró, inquieta. —Te conocía de antes.

—¿Me conocías?

—Sí, yo te vi un par de veces.

Finneas apretó los ojos.

—¿Cuándo?

—No recuerdo, un año tal vez...

DON'T CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora