Capítulo 1

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Olivia Jenkis puso los ojos en blanco por enésima vez. No es que estuviera en desacuerdo con las estrictas, específicas y hasta quisquillosas instrucciones que su hermana Alessia le ordenaba cada vez que le tocaba salir a patrullar en las noches por las calles de Liverpool. Solo que a veces las creía un tanto exageradas. Ella ya no era esa niña de 16 años vulnerable y tonta. Ella conocía muy bien lo brutal, desgraciado y asqueroso que podía resultar el mundo allí fuera. Y, sin embargo, estaba dispuesta a seguir. Porque no iba a dejar que un infeliz como ese, que había arruinado su pasado, arruinara su futuro también.

Aunque a veces no lograba mirarse a espejo y recordarse todo lo malo que había pasado en su vida. Estaba segura de que no se lo merecía, nadie se merecía algo como eso.

No obstante, su hermana era una de las mejores agentes de policías con los que contaba la Estación de Policía Admiral Street número 8 de Riverside, y no era de extrañarse que utilizara sus habilidades policíacas (si es que podían llamarse así), para proteger a lo único que le quedaba en la vida. Sabía que esa era una de las maneras en que Ale le demostraba su absoluto cariño.

Su hermana bien podía catalogarse como la mujer reacción; algo sucedía y ella aparecía allí al instante. Y a pesar de que esa fuera la obligación de la policía, ella entendía que para Ale aquello significaba mucho más.

Sabía también que estaba tentando a su suerte porque las noches solían ser algo peligrosas, pero no se sentía cómoda estando encerrada en su casa sin opción alguna. A veces en la vida debes dejar el pasado de lado y avanzar hacia tu futuro, aunque sea incierto.

De todas maneras, esa noche volvió a burlar, como tantas otras noches estrelladas, el pacto que había realizado con su hermana hacía casi dos años atrás. Así que cuando estuvo segura de que la patrulla de Ale ya no se oía a lo lejos, destrabó la puerta trasera, abrió cada una de las cerraduras y recogió su mochila para salir hacia el Tiber Park, que se ubicaba justo a unas diez cuadras de su casa en dirección al sur. No era un parque enorme, pero sí era lo bastante grande como para que la gente no se atiborrase en él, como sucedía en algunos otros. Y particularmente esa noche, cerca de las ocho, se encontraba despejado casi en su totalidad. Tal vez había algunos transeúntes que pasaban por allí, y algún que otro aficionado al deporte, pero después de eso no había nadie más.

Luego de menos de quince minutos de una rápida caminata llegó hasta el parque, cerca de algunas bancas y un pequeño lago artificial, y se dejó caer sobre el fresco césped.

De niña, Olivia solía ir con su madre a aquel parque y por eso era su lugar favorito. Y aunque de eso había pasado hacía mucho tiempo, ella no podía dejar de visitar el lugar que tanto la relajaba.

Un suspiro de paz escapó de sus labios. Era una noche fresca de primavera y el cielo estaba despejado. Una razón más para que Olivia saliera de su casa; amaba ver el firmamento estrellado.

Hablarles a sus padres y calmar a su conciencia por los pensamientos de ira y culpabilidad que la atacaban cada vez que pensaba en ese sujeto horrendo de alma y corazón.

Sacó de su mochila su celular azul y lo encendió. Luego apretó el botón de reproducir y en enseguida comenzó a sonar Wonderwall, de Oasis. Su canción favorita.

¿Quién sería su maravilloso apoyo? Se preguntó. Obtuvo una sola respuesta del otro lado: un gélido silencio.

Cerró los ojos por un segundo y sintió que todo se helaba a su alrededor. De pronto se vio a ella misma, detrás del estadio de la escuela, atrapada entre las garras de un ser vivo asqueroso. Y luego, al conserje de la escuela tirado sobre un charco de su propia sangre por haber intentado socorrerla. También se recriminaba eso, que ese hombre había muerto por su culpa. Por haber querido ayudarla.

DON'T CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora