Capítulo 2

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Billie Eilish dejó sobre la mesa de noche su vaso de jugo en cuanto oyó a su hermano quejarse por cuarta vez en la noche. Finneas estaba literalmente pegado al cristal de la ventana mirando hacia la casa de los vecinos y tenía los ojos bien abiertos como platos de postre. La luna había sido cubierta por las nubes hacia bastante tiempo y parecía que iba a llover en cualquier momento. Algunos arbustos se agitaban en la entrada de su casa.

Bill suspiró.

Ahora se encontraban en la habitación de su madre; un amplio cuarto en tonos tierra, verdes y rojos, decorado por su padre, quien había fallecido hacía más de seis años en un accidente junto con los padres de sus vecinos, Olivia y Alessia.

Cuando Patrick O'Connell murió, la madre de Billie, Maggie, sufrió un colapso psíquico, producto del desasosiego que sintió al morir su esposo. Maggie y Patrick se habían casado 27 años atrás. Sin embargo, a medida que el tiempo transcurría, Maggie siguió teniendo recaídas que sus hijos parecían no poder controlar. Le habían diagnosticado un ''trastorno depresivo''. Los últimos dos años habían sido los peores, eso era lo que sucedía con los trastornos, empeoraban con el tiempo. Bill no recordaba muy bien por todo lo malo que había atravesado su madre al principio, pues al ser cuatro años más joven que Finneas era su hermano quien tenía más recuerdos tristes y dolorosos. Pero ahora que ambos habían crecido, juraban no dejarla nunca.

Billie siempre recordaba cuando su hermano le contaba la historia de su madre, y no podía evitar romper a llorar. Pues Finn había renunciado a tanto por cuidarla: la universidad no estaba en sus planes, ni tener una pareja, cosa que hacía sentir culpable a Bill, ya que en seis meses estaría en la universidad de Londres lista para iniciar su carrera de ciencias políticas.

—¡Injusto! —gritó Finneas y Billie se echó a reír. Rodó los ojos descreyendo que su hermano fuera tan dramático.

Finneas era el ser más humanitario que Bill conocía. Él siempre lo dejaba todo por los demás, aunque le costase su propia felicidad. Y eso era lo que más admiraba de él. Parecía como si su hermano contemplase la vida de los demás sin ser capaz de sentir una gota de rencor por nada.

—¿Otra vez? ¿Qué demonios estás mirando? —curiosa por lo que Finneas pudiera estar observando, Bill se levantó de la vieja mecedora y se acercó a su hermano por detrás.

Su madre seguía dormida en la cama. Era una de esas semanas malas, en las que Maggie tenía recaídas.

Billie era tan parecida a su hermano; con grandes ojos azules y cabello rubio. Lo único que los diferenciaba era su altura y su carácter. Como siempre le decía su hermano: «Yo soy la tormenta, tú el huracán.»

Eso la hacía reír solo porque era cierto.

—Mírala nomás, se lo tenía bien guardado.

—¿De qué hablas?

Billie miró a través de cristal y a lo lejos (bueno, no muy lejos) divisó a Olivia Jenkis junto al oficial de policía Conan Gray. Se estaban dando un abrazo.

—¡Es Conan Gray! —resopló Finneas. —Eso no es justo.

—Oh, vamos, Finn. Eres el rey del drama.

—Lo que acabas de decirme es traición, Billie. Yo vi a ese hombre primero, aunque él esté interesado en la blanca palomilla.

Billie rodó los ojos. Sabía que su hermano era un exagerado de primera. No por algo había sobresalido en todas las actuaciones de teatro cuando iba a la escuela.

—Además, a ti qué te importa quién sea que esté con ella. Son libres.

—Gray y Jenkis... —masculló su hermano al tiempo que entornaba los ojos.

DON'T CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora