Capítulo 42

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¿Ya se han preparado para lo que viene? Porque yo no.

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Un disparo atravesó el silencio. Billie contempló el cielo. Si no estuviera pasando esa situación, sería una noche hermosa.

Entonces salió del coche patrulla, desesperada, y echó a correr en dirección desde donde había provenido el estallido.

La oficial Sulewski trató de detenerla en vano.

Pensó en Alessia, desarmada e indefensa. Pensó en Finneas, que no tenía ni idea de cómo manipular un arma. Y, por último, pensó en Brendan, con su ira desquiciada y su sed de venganza. Todos esos pensamientos la impulsaron, como un resorte, a abrir la puerta de la patrulla y correr.

Supo que Claudia la seguía. Escuchaba sus pasos pesados detrás de ella y su voz llamándola. Las penumbras cubrían el camino y no estaba segura de sí se dirigía al lugar correcto. Tampoco estaba segura de que no fuera Brendan quien había recibido aquel disparo. Solo que ahora era demasiado tarde, y sus piernas no tenían la intención de regresar.

—¡Billie! —gritó Claudia. —¡Por favor, espera!

Billie apresuró el paso hasta que se encontró con una especie de terraplén. No muy lejos, se veía la orilla del río Mersey. Tropezó antes de percatarse del desnivel. La tierra bajo sus pies estaba húmeda.

Cuando alzó la cabeza, el miedo la invadió. Allí, la iluminación era más fuerte.

—¡Alessia! —gritó al tiempo que se ponía de pie y trataba de acortar los metros que las separaban. Alessia estaba tirada en el suelo en posición fetal, con la cara contraída en un gesto de dolor.

—¡Párate ahí! —ni siquiera había visto a Brendan cuando llegó. Y ahora que observaba bien, sus ojos captaron a Finneas, con las manos en alto. Cuando lo miró, él le devolvió una mirada que le decía: «Qué demonios haces aquí». —¡Ni se te ocurra mover un dedo! —le advirtió.

Brendan empuñaba un arma directamente en dirección a su hermano.

El cuerpo de Billie tembló. Quería correr hacia Alessia y hacia Finneas a la vez. Y no podía hacer ninguna de las cosas.

A los pocos minutos, los pasos de la oficial Sulewski se hicieron más sonoros.

—¿Qué demo...? —miró la escena durante un micro segundo y sacó el arma casi al mismo tiempo. —¡Termina con esto de una vez, Brendan! —le pidió. A Billie le pareció ver una expresión de desesperación cuando Claudia miró a Finneas. —¡Baja el arma, vamos!

Brendan rio entre dientes. Era una risa teñida de maldad.

—¿No tenían a alguien más para mandar? Siempre has sido la peor, Sulewski.

Claudia tembló sin bajar el arma. Tenía la mandíbula apretada como si estuviera conteniéndose.

Alessia gemía de dolor. Y aunque su lamento no se oía bien, Billie supo que estaba sufriendo. Necesitaban una ambulancia.

Claudia dio un paso.

—Das otro paso y adiós a tu noviecito. —le advirtió.

La mirada de Billie fue de Finneas a Claudia. Esta vez no tuvo ninguna duda. Claudia Sulewski. Claro. Finneas le había hablado a ella de una tal Claudia, aquella chica que no quería salir de su cabeza. Y ahora todo encajaba. La forma en que Finneas la miraba, la desesperación en los ojos de Claudia.

Ella era su Claudia.

—Sí, ¿crees que fueron discretos? Todos vieron esas miraditas asquerosas que se largaban en la casa de Billie.

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