Prefacio

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(Esta historia es solo una adaptación, la autora se llama Isabelle Bellmer)

La agente de policía, Alessia Jenkis, tenía todas las noches el mismo sueño desde hacía más de dos años; o mejor dicho: la misma pesadilla, que la hacía despertar de golpe y sudada de los pies a la cabeza, con el corazón desbocado y los pensamientos inundados de rabia absoluta. Estaba segura de que alguna vez iba a hallar a ese mal nacido que le había arrebatado todo a su hermana Olivia. Costase lo que costase.

Pero los días pasaban y las posibilidades se esfumaban como el humo de los cigarros que expulsaba el inspector jefe cuando algo no salía como esperaba.

Esta vez Alessia recordó hasta el último detalle de su pesadilla, que casi siempre resultaba ser similar a la anterior.

La lluvia arrecia incesante y furiosa sobre la oscura y fría calle Old Hall, por la que ella corre con todas sus fuerzas y entrenamiento. No puede ver el rostro del sujeto al que persigue, pero sabe el porqué de su huida. Sus botas resbalan por el suelo mojado pero de inmediato sigue en carrera intentando no perder valiosos segundos que pueden significarlo todo. Está jadeando, agotada y con escasas fuerzas. Y, sin embargo, eso no la detiene. Necesita justicia para Olivia. Y para su mente.

La lluvia la golpea en el rostro impidiéndole tener una clara visión. Toma aire y continúa. El rápido y constante movimiento de sus brazos le da el impulso necesario para seguir.

La sombra sigue allí, huyendo de sus pecados.

«Solo unos metros más. —se dice. —Puedes alcanzarlo.»

El uniforme le pesa el doble de lo habitual a causa del agua. El viento ruge, el agua se intensifica y el cabello mojado se le pega a la frente. Las luces de las farolas pasan raudamente y ella continúa; evitando gente, autos y algunas construcciones que se están haciendo sobre la acera. No puede más, pero la sed de venganza la ha cegado, la consume. Ya casi, solo un poco...

El sujeto dobla la esquina y su corazón se acelera. Ella hace lo mismo. Sus botas siguen resbalando, dificultándole la persecución. El sombrero de oficial que llevaba encima ha salido disparado quién sabe qué parte. No le interesa.

Solo unos metros. Sigue corriendo y logra alcanzarlo. El sujeto, envuelto en misteriosas sombras chilla de dolor. Alessia está sobre el delincuente, quien se encuentra de espaldas. Lo gira y el horror se apodera de su cuerpo. No tiene rostro. Puede oírlo, pero no verlo. Por su mente pasan decenas de imágenes de delincuentes conocidos, pero ninguno es el culpable de tal fechoría que le ha quitado la inocencia a una dulce joven dieciséis años.

Los ojos de Alessia se abrieron de improvisto. Sus manos estaban cerradas en puños sobre las mantas de su solitaria y enorme cama.

Miró la hora: 05:42 de la madrugada.

El corazón le dolía de solo pensar en cómo estaba fallando en la investigación acerca del atacante de su hermana. Odiaba no poder obtener ninguna pista más que una chica atacada y el conserje de la escuela muerto, el cual, según su hermana, había tratado de socorrerla de aquel hombre sin rostro pero pereció en el intento. Y aunque sabía que Olivia no quería revivir el pasado, ella necesitaba justicia. No solo para Olivia, sino para ella, porque sabía que nunca iba a vivir en paz mientras el culpable de la desgracia siguiera en libertad.

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