Capítulo 29

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Billie nunca había besado a nadie. Y no porque fuera una santa, o porque le hubieran faltado pretendientes a los que besar. El motivo era mucho más sencillo que eso: no quería.

Claro que le causaba curiosidad. Pero después de oír a sus amigas hablar sobre sus primeros besos (aquellos que en palabras sonaban asquerosos y poco románticos), había optado por no darlo hasta que realmente quisiera hacerlo.

¿Por qué desperdiciaría así una oportunidad única con cualquiera?

Sin embargo, quería los besos de Alessia. Los quería con tanta desesperación que le dolía. Y aún había más: si Ale la hubiera besado hacía mucho tiempo, ella le habría respondido. Ahora estaba segura de ello. Porque no solo sentía cómo crecían dentro de ella sentimientos incontrolables, sino que Alessia le atraía muchísimo más de lo que pensaba.

Ale se quedó a unos centímetros de sus labios. Como si la luz verde no se hubiera encendido.

«Hazlo, hazlo, hazlo, hazlo.»

Alessia puso la mano en su nuca y la atrajo hacia ella.

Y entonces la besó. Tan profundo y suave a la vez que Billie se estremeció.

Era como una tormenta en todo su esplendor. Sus labios se movían expertos pero dulces sobre los de Billie, y ella disfrutaba del sabor que tanto había deseado.

Jamás pensó que de todas las personas en el mundo, encajaría a la perfección con Alessia Jenkis. Con su cuerpo. Pero ahí estaba, queriéndolo todo de ella. Necesitaba cada una de sus respiraciones, cada uno de sus gemidos contra su boca. Necesitaba la urgencia de aquel primer beso.

Ale la apretó más contra sí y se curvó un poco mientras Billie hundía dos dedos en su cabellera. A media que los segundos pasaban, el beso se volvió más desesperado, más urgente. Bill no podía respirar, pero tampoco quería separarse de ella. No quería dejar de sentir su corazón latiendo descontrolado contra su pecho ni las manos de Alessia acariciando su espalda y su cuello.

Deseaba guardar ese beso para siempre.

Le acarició el contorno de su rostro con las yemas de los dedos y jadeó en busca de aire.

Cuando se separaron, Alessia le dio un largo beso en la frente al tiempo que respiraba profundo y con evidente dificultad.

Bill aún seguía mareada ante el contacto. Flotando sería la palabra correcta.

Alessia la envolvió en un nuevo y fuerte abrazo. La apretó contra el cuerpo y Billie dejó que la cabeza reposara sobre su pecho. Estar así era perfecto.

—Ha sido increíble. —susurró Billie sin poder contener la emoción.

—No soy la mujer más religiosa del mundo, pero, ¿sabes cuántas veces le pedí a Dios por este momento? Estar así, contigo. Abrazadas. Y fue perfecto. Más de lo que imaginé alguna vez.

Bill se abrazó más a ella y volvió a besarla. Minutos después entraron a la casa.

...

Lo único que rondaba por la cabeza de Alessia era el beso de Billie.

Su beso.

Sus besos se sentían como olas chocando contra la costa en una noche de tormenta.

El primero de muchos.

Y eran perfectos.

No había nada que no le gustase de Billie. Excepto que no estuviera con ella en aquel momento mientras soñaba con sus labios.

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