Capítulo 38

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¿Sabían que el 70% de su cuerpo es agua? Y casualmente yo tengo sed... JABFHAHA

¿Hola? ¿911?

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Diciembre. Cuatro años antes...

Hacía una noche muy fría para ser primavera. Pero con las constantes lluvias de la semana anterior, la temperatura había bajado considerablemente. El viento soplaba con intensidad. Los meteorólogos hablaban de un frente frío siberiano. Sin embargo, Alessia solo tenía en mente una cosa.

En lo único que pensaba era en ella. Pero no era un pensamiento de amor, sino de culpa.

Camille.

Camille.

Camille.

Camille, que estaba por todas partes.

La apreciaba.

No la amaba.

La asfixiaba.

No era lo que imaginó el día que la conoció. Ella era hermosa y fue lo primero que atisbó cuando entró al bar. La preciosa muchacha sentada en un taburete de ese lugar cargado de aromas exóticos. Envuelto de humo.

En realidad, esa no fue la primera vez que se chocó con sus ojos. Una semana antes de encontrarse en el bar, ella había estado deambulando fuera de la estación.

Tal vez conocía a Ale de antes.

Alessia tenía diecinueve años en esa época y acababa de ingresar a la escuela de policía de Liverpool.

Quería libertad.

Quería divertirse. Sobre todo cuando se aseguraba que Theresa se encargaba de la pequeña Olivia. Una o dos veces a la semana necesitaba tiempo para sí misma.

Sin embargo, aquella noche iba al Kei por un motivo diferente. Tenía que hablar con Camille, contarle lo que le estaba sucediendo.

Camille también iba a confesarle algo aquella noche.

Alessia lo intuyó apenas la vio, parada junto a la barra, con una sonrisa enorme surcando su rostro.

Jamás la había visto tan radiante, como un rayo de luz atravesando la oscuridad.

Apenas vio a Alessia, se lanzó a su cuello y la besó. Ale se dejó hacer, sin mover un músculo. Le ofreció una cerveza y se sentaron en los taburetes como habían hecho miles de veces, antes de disfrutar del baile y del sabor de sus cuerpos.

—Camille, tengo que decirte algo. —dijo Alessia. Alzó la voz para hacerse oír sobre la música.

—Tengo que contarte algo, Ale. —dijo ella. —He esperado toda la semana para contártelo.

—¿Qué es?

Ella no dejaba de sonreír. Se echó el cabello castaño hacia un lado y batió las pestañas.

—Rompí con él. Quería decírtelo, quería que supieras que ahora podremos estar juntas.

Él.

Otra persona de la que había oído siempre. Camille lo llamaba él. Sin nombre.

¿Por qué?

Él. Él. Él.

Un susurro en la oscuridad. Alguien que podía aparecer en cualquier momento sin que se diera cuenta.

Su novio. Eso Alessia lo sabía. Al principio no le importaba porque suponía que Camille solo buscaba divertirse. Ahora, después de pensarlo mejor, prefería no meterse más en el camino de alguien.

Cuando se conocieron, ella le habló de su Él, y de lo mal que lo estaban pasando. Él la amaba y mucho, pero ella buscaba aire con desesperación. Lo quería y hablaba de aquel sujeto con mucho afecto. No obstante, el afecto no era suficiente para quienquiera que fuera Él.

Alessia le apoyó las manos sobre los hombros para detenerla.

—Camille, para.

Ella se detuvo en seco. La miró con ojos esperanzados.

—¿Qué?

—Esto no... —intentó decir. —Esto no es lo que busco, ¿entiendes?

Casi pudo oír cómo se rompió el corazón de la muchacha. Alessia también se sentía terrible. De todas las chicas con las que solía quedar, Camille era especial. Aun así, como Él para ella, no era suficiente.

—Pero tú, nosotras... —tartamudeó Camille. Se llevó una mano a la boca y comenzó a sollozar. —¡Lo dejé por ti, Alessia! —gritó. —Destrocé su corazón solo porque pensé... Yo te amo.

Alessia se le quedó mirando. El aire entraba a sus pulmones con dificultad. No sabía si abrazarla y consolarla. No. Eso sería peor.

—Eres increíble, Camille. Hermosa. Lista y divertida.

—¿Quién es? —preguntó ella, hipando.

Alessia apretó los ojos.

—¿Quién es, quién?

—La mujer. ¿A quién amas, Ale?

Alessia sacudió la cabeza. No amaba a nadie. Ni siquiera estaba en sus planes amar a alguien.

Si pudiera hacerlo, claro que la amaría. Pero no podía.

—Nadie. No hay nadie, Camille. No puedo amar a nadie en ese momento. Pero te juro que te amaría si pudiera, lo intentaría con todas mis fuerzas. —se encogió de hombros. —Tal vez sea incapaz de amar a alguien tan especial como tú porque te mereces algo mejor.

Era una excusa barata.

—Tal vez eres incapaz de amar. —dijo Camille con el rostro compungido.

Eso le dolió en el alma. Sabía que ella lo había dicho con aquella intención. Y se lo merecía.

En ese instante, el móvil de la chica sonó.

—¿Qué quieres? —se enjugó las lágrimas y respiró hondo. —No, no quiero hablar. Y menos ahora que estás furioso. No. Sí, estoy con ella. —se quedó unos momentos en silencio. —Sí, tenías razón, ¿estás feliz? —miró a Alessia de reojo. —No me ama.

Era Él.

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#Miedo #Terror

DON'T CRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora