Capítulo Cuarenta y Uno: "Coerción".

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Pasaron dos días desde que habían rescatado a Juan Cruz. Era doce de febrero. Samuel estaba bastante preocupado por él ¿Por qué aún no había despertado? Un médico particular lo había visitado y le había dado medicación para tratar la herida de bala, pero ese profesional no tenía idea de que habían borrado su memoria con tecnología ilegal.

Isabel y Juan Cruz ya vivían oficialmente con su padre, y ella había vuelto a su rutina: cuidar a Micaela por la mañana, y atender a su hermano el resto de las horas.

Estaba en la tienda de pirotecnia. Se sentía físicamente agotado, porque cada vez dormía menos. Si bien no necesitaba descansar ocho horas como cualquier humano corriente, venía salteándose muchas noches de sueño.

—Quisiera cerrar antes hoy —comentó Salomé, echándose sobre el mostrador—, es casi mediodía y prácticamente no hubo clientes. Seguro están de vacaciones.

Le llamaba la atención con la despreocupación que hablaba. Ella no había visitado a su "novio" en ningún momento durante esas cuarenta y ocho horas ¿Acaso no le importaba el bienestar de Juan?

—Siento que estoy desperdiciando mi tiempo en este lugar —masculló Ezequiel, soltando un bostezo.

Samuel se mantuvo en silencio. Era consciente de que cualquier cosa que dijera podría ser utilizada en su contra en el futuro.

Mientras sus compañeros dialogaban sobre banalidades, él se puso a pensar en cuándo sería el momento indicado para visitar el cementerio para buscar la evidencia sobre el asesinato de su madre. A su vez, intentó recordar qué miembros de Culturam odiaban a los Fraudes, para poder encontrar aliados ¿Acaso debería hackear los ordenadores de algunos científicos para saberlo? Eso le llevaría trabajo, y debería hacerlo desde computadoras que no pudieran rastrearse.

Acarició el collar de plata que le regaló su querida prima. No habían vuelto a besarse desde aquella vez que lo habían encadenado simplemente porque no habían tenido tiempo, pero le reconfortaba pensar en ella. Isabel era inmune a su sangre, lo quería y lo comprendía. Al mismo tiempo, conocía todos sus secretos y le ayudaba a razonar con claridad. Conocerla había sido lo mejor que le había sucedido en la vida.

En ese instante, Toribio Castellán, otro títere de los Fraudes, ingresó de repente al local.

—Aguilar, tu padre quiere que vayas de inmediato a Culturam. Tiene que hablar con vos urgentemente.

—Podrías haber llamado a mi celular, sin venir hasta aquí —intervino Salomé con desdén. Ella detestaba a Castellán.

—No sabía si Samuel estaría trabajando... suele saltearse días laborales por los Medina —replicó Toribio con impaciencia, y luego contempló fijamente al hijo de Horacio—: vamos, mi vehículo está afuera.

El joven Aguilar asintió de mala gana, simplemente para que no molestaran a los Medina si él se negaba a obedecer.

* * * 

Llegaron al escondite de Culturam. Samuel descendió del vehículo perezosamente, siguiendo los pasos de Castellán. Ingresaron a la costosa edificación, y caminaron directamente hasta la "sala de transacciones", la cual le traía malos recuerdos al joven Aguilar. Pensó en el día en que había descubierto su parentesco con los Medina, y se estremeció. No le parecía correcto tener una relación amorosa con su prima hermana, pero la quería tanto, que no podía vivir sin ella... No había sido su culpa haberse enamorado sin saber quién era Isabel en realidad.

Horacio estaba apoyado contra la pared de la sala. Les hizo una seña para que ingresaran a la misma.

Evidentemente, habían reparado los destrozos que había causado Sam en aquel entonces. El sitio se veía impecable como siempre había estado.

Sangre Letal [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora