Capítulo Cuarenta y Cuatro: "Emilio Cárdenas".

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Atención: este capítulo contiene escenas de violencia. No es apto para menores de dieciséis años.

* * *

Samuel había encendido la cámara que tenía en su colgante de plata (el cual todo Culturam sabía que había recibido de parte de Isabel). A través del proyector, podrían ser testigos de lo que él hacía, en vivo y en directo.

Horacio Aguilar, Damián Bustamante, Víctor Heredia y Toribio Castellán estaban contemplando la pantalla que se encontraba en la sala de transacciones.

—Pensé que Samuel llevaría a cabo la misión más temprano —comentó Damián con suspicacia.

—Él tiene sus tiempos —replicó el padre del muchacho de rastas—. Seguramente fue a besuquearse con Isabel antes de hacer su tarea. Nunca pensé que mi hijo sería tan vulnerable ante la belleza femenina. Actúa como si no pudiera respirar cuando no está con ella...

—No le importó ni que fuera su prima. Continuaron juntos —masculló Heredia.

—No hay forma de separarlos —suspiró el progenitor de Sam con resignación—, lo importante es mantenerlos controlados.

—¡No hablen! —los regañó Damián—, quiero prestarle atención a lo que hace el muchachito.

—Tenés miedo de que tu plan fracase ¿Verdad? —Heredia parecía divertido—, no querés perder dinero.

El señor Bustamante apretó los labios, pero no dijo nada. No quería empezar una nueva discusión.

A través de la pantalla, los cuatro hombres podían ver cada movimiento que realizaba Samuel. El adolescente estaba parado frente a la vivienda del periodista Cárdenas, y movía lentamente su mano derecha sobre el panel de ingreso a la edificación.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Toribio de repente.

—Mi hijo es un genio de la tecnología. Seguramente está hackeando el código para ingresar a la casa.

—Para él, eso será pan comido —agregó Heredia—, esa casa parece de clase media. No debe tener el mismo nivel de seguridad que una mansión.

Damián estuvo de acuerdo con las palabras de Víctor, pero no lo expresó en voz alta. Observó la vivienda: era una construcción conformada por una planta baja y un primer piso, un jardín delantero, una cochera y unas tejas de cristal. Las paredes estaban pintadas de celeste claro.

—Bastante amplio el lugar para alguien que vive solo —observó Horacio.

—Seguramente lleva prostitutas a ese sitio ¡Si no tiene familia! —acotó Heredia.

Al cabo de dos minutos, Samuel desbloqueó el código.

—Fue más rápido de lo que creí —comentó Castellán.

—Les dije que para él eso era pan comido —Víctor se estiró en su silla.

Damián se encontraba algo nervioso por la misión que él había sugerido que Samuel debía realizar ¿Y si fallaba? No, el joven Aguilar era el mutante más peligroso de Culturam, no había posibilidades de error. Sin embargo, él era consciente de que el muchacho no era obediente como Hiedra y Acevedo. ¿Y si en ese tiempo que se ausentó, le había contado la verdad a Isabel? ¿Y si ella había ideado un plan? Horacio y sus compañeros no conocían a la señorita Medina tanto como él. Ella siempre había sido la mejor alumna de su escuela, y era culta e inteligente. Presentía que, aunque le hubieran exigido que dejara de investigar, lo seguiría haciendo.

—Entró a la casa sin hacer ruido. Es todo un depredador —se enorgulleció Horacio.

En ese momento, los cuatro hombres se quedaron en silencio, atento a las acciones del adolescente de rastas.

Sangre Letal [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora