Samuel comenzó a gritar como si alguien estuviera torturándolo físicamente.
—¡No se les ocurra hacerle daño! ¡No pueden pedirle que toque mi sangre! ¡No lo permitiré!
—No estás en condiciones de exigir nada, Samuel —observó su padre. Luego se volvió a Isabel Medina—. No tenés más remedio que hacer lo que te pido para que podamos liberar a tu hermano, e incluso a tu primo.
Isabel se sentía increíblemente abrumada, pero aún así, intuyó que aquello se trataba de un experimento más de Horacio Aguilar.
Tragó saliva, y balbuceó:
—Haré lo que me ordenen, pero... ¿Podrían darme un momento a solas con Sam?
—Diez minutos —replicó el padre de su primo.
—¡No! ¡No permitiré que toques mi sangre! —aulló el joven Aguilar, pero los dos hombres de mediana edad se limitaron a ignorarlo, y se marcharon de la sala.
Isabel se sentía muy confundida y angustiada. No toleraba que su hermano y que su querido Sam sufrieran ¡Debía hacer algo al respecto!
—No me toques, por favor, te lo suplico —Samuel no dejaba de llorar—, no podría soportar que... no podría... por favor...
La joven Medina le acarició el rostro a Samuel, y le secó las lágrimas con la yema de sus dedos. Sentía una profunda desazón: los Fraudes habían ganado. Ella ya no podría investigar...
'Esperen un segundo. Me dijeron que no me entrometiera más y luego me pidieron que tocara la sangre de Sam... ¿Sería posible que... no muriese al hacerlo?'.
—Basta de llorar, Sammy —le dijo, una vez que su rostro ya estaba seco. Él le quedaba muy alto cuando ambos estaban de pie, por lo cual debía alzar su cabeza para poder verlo a los ojos—. Últimamente vivís sollozando por mi culpa.
—No es por tu culpa, mi amor... Es por la situación que nos rodea... No soporto que estés en peligro... Lamento muchísimo no haber tenido las agallas de mantener la distancia cuando aún estaba a tiempo...
—Nosotros nunca pudimos estar separados —lo interrumpió Isabel—. Nos entendemos y nos queremos, y ese sentimiento es más fuerte que el miedo... e incluso que nuestro parentesco —no era capaz de detenerse. Debía confesar lo que sentía, de lo contrario, podría ser demasiado tarde—. Hace ocho días, cuando supimos que éramos primos, sentí que mi mundo se derrumbaba: pensé que había sido una pervertida por haber tenido relaciones sexuales con un familiar tan cercano. Sin embargo, hemos vivido tantas cosas juntos y nuestras vidas se han hallado tantas veces en peligro, que llegué a pensar: ¿Para qué sufrir porque la sociedad dice que nuestra relación es incestuosa? La policía y Culturam hacen la vista gorda a los crímenes que se cometen en el valle... ¿Debería preocuparme si es moralmente correcto o no querer a mi primo hermano como pareja? Ni siquiera nos criamos como parientes. Decidimos ser novios antes de saber la verdad... ¿Por qué negarme la posibilidad de ser feliz a tu lado? —ahora se le había hecho un nudo en la garganta. No quería llorar porque había logrado que Samuel dejara de sollozar—. Disfruto los momentos en los que estoy con vos: me divierto, me siento protegida y mimada. Te quiero demasiado, Sam. Y realmente no me importa lo que pueda llegar a pensar mi papá si se entera de quién sos, no me importa si Juan Cruz se enoja o si Umma me hace reproches. Puedo vivir con el hecho de que somos primos, pero no quiero una vida sin vos. Me importás muchísimo.
Luego de haberle confesado aquellas emociones que había luchado por reprimir, se colocó en puntas de pie y se atrevió a apretar sus labios contra los de Samuel. No sabía si sobreviviría luego de eso, sospechaba que sí, pero no podía negarse la oportunidad de volver a besarlo.
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Sangre Letal [COMPLETA].
Science-FictionIsabel convive con una madre sumisa, un padrastro abusivo y un hermano menor al cual debe proteger. Samuel sólo tiene a su padre, quien lo maltrata y experimenta con él. Sus caminos están destinados a entrelazarse. Existe una sociedad secreta que ll...