Isabel, una joven de cabello castaño claro, ojos color café y cuerpo muy delgado, se hallaba sentada en el umbral de la casa de su mejor amiga y vecina, Umma.
A ella le gustaba mucho echarse allí, ya que el porche estaba rodeado de plantas y flores que lo perfumaban, y decoraban sus paredes. Era extraño ver que algo natural crecía en el valle.
Estaba anocheciendo, y las familias se encontraban reunidas para celebrar año nuevo.
Isabel revisó su bolso, y tomó una cajita dorada y un encendedor. Luego sacó de la misma un cigarro, y lo prendió. Umma enarcó una ceja, y reprochó:
—Pensé que fumabas cuando estabas deprimida.
—Lo estoy —repuso Isabel, apretando los labios sobre la colilla del cigarrillo, succionando el humo y exhalándolo perezosamente—. Al esposo de mi mamá no le gusta que fume y a ella tampoco. De todas maneras, no me interesa su opinión.
—A mí tampoco me gustan las fiestas.
Isabel sabía que a su querida vecina no le gustaba pasar tiempo a solas con su mamá, su hermana menor y su tía. Encontraba las fiestas súper aburridas.
Como la joven de cabello castaño no respondió, Umma agregó:
—Sin embargo, creo que deberíamos ser más optimistas. Comienza un nuevo año, un nuevo siglo... Quién sabe lo que nos depara el futuro.
Isabel puso cara de pócker. Sus ojos oscuros y no muy grandes, observaron el suelo fijamente.
—Teóricamente, en el año 2101 comenzaría el nuevo siglo... es decir que aún faltan trescientos sesenta y cinco días.
—Empieza esta noche, con la llegada del año 2100 —revoleó los ojos.
Isabel movió los hombros en un gesto de indiferencia, y posó fijamente la vista en su cigarrillo mentolado. Se sentía muy frustrada.
—Vamos, amiga... —Umma le propinó unas palmaditas cariñosas en la espalda—. Ánimos. No falta tanto para que seas mayor de edad, y ya no convivas con Damián.
La muchacha no podía tolerar siquiera que mencionaran su nombre. Odiaba a su padrastro con toda su alma. No pudo evitar demostrar su desprecio al decir:
—Esa lacra manipuladora para lo único que sirve es para vigilar a los muertos. No entiendo qué le ha visto mi madre.
—Lo más gracioso es que los muertos no necesitan vigilancia —bromeó Umma, aunque su chiste no logró hacer reír a su amiga—. No pueden ir a ningún lado. Además, con la tecnología de hoy en día, no deberían dejar a una persona a cargo de un cementerio. Existen cámaras, alarmas, sensores de temperatura e incluso robots para ello. La labor humana en ese sitio es totalmente innecesaria...
No aceptaba el hecho de que el marido de su madre fuera dueño de una funeraria y que, por ello, pasara noches enteras cuidando el "Cementerio del Valle". Le parecía sumamente extraño ¿Estaría engañando a su esposa? Asimismo, volcaba sus frustraciones en su mamá, Soledad Martínez, en su hermano Juan Cruz y en ella.
—Me falta un año para los dieciocho. Cuando los cumpla, me voy a ir a vivir con mi papá, aunque tenga que quedarme muchas horas sola en su departamento. No tolero más al marido de mi madre.
Isabel quería mucho a su padre, Benjamín Medina. Él era un hombre honesto y agradable, aunque solía ser un poco serio y bastante aburrido. Jamás la había maltratado como lo hacía Damián, y siempre cumplía todos sus caprichos.
Por ese motivo, Isabel poseía los últimos aparatos tecnológicos del siglo XXI, armas láser que servían para defensa personal e incluso bolígrafos de distintos colores que funcionaban como radares y detectores de distintos materiales.
ESTÁS LEYENDO
Sangre Letal [COMPLETA].
Science FictionIsabel convive con una madre sumisa, un padrastro abusivo y un hermano menor al cual debe proteger. Samuel sólo tiene a su padre, quien lo maltrata y experimenta con él. Sus caminos están destinados a entrelazarse. Existe una sociedad secreta que ll...