Capítulo 10.

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Juan Cruz se bajó del vehículo de su madre con desconfianza. Salomé estaba allí de pie, esperando a alguien.

—Hola —él la saludó—. ¿Dónde está Sam?

Contempló la granja, el paisaje montañoso de fondo, el sol poniéndose en el horizonte. Parecía un sitio bastante tranquilo, adecuado para alguien que había sufrido tanto como su primo.

—Está hablando con Isabel, por allá —señaló un bosque con el dedo.

—Gracias.

Micaela y Soledad intentaron seguir al muchacho, pero Salomé las detuvo.

—Quédense conmigo hasta que venga Ezequiel ¿Podrían hacerlo?

—¡Pero...! —protestó Micaela.

—Creo que necesitan pasar un rato en familia —musitó la joven Hiedra, y eso fue lo último que Juan Cruz alcanzó a oír.

El hermano menor de Isabel cojeó hasta un bosquecito que había detrás de una pequeña casa ¿Allí dormiría Samuel? ¿Qué había estado haciendo durante estas semanas?

De pronto, los vio.

Isabel y Samuel estaban sentados uno frente al otro, conversando muy sonrientes, como si nada hubiese pasado jamás entre ellos. Su vínculo parecía intacto.

Juan Cruz respiró, y se acercó a los muchachos, tratando de ocultar cuán ansioso se encontraba.

—Hola, chicos —hizo un leve movimiento con la mano.

—¡Hola!

Ambos se pusieron de pie de inmediato.

—¡Hermanito! —la señorita Medina lo tironeó del brazo con entusiasmo—. Sammy, él es Juan Cruz, de quien estuve hablándote hasta recién. Juan es una de las personas más importantes en mi vida y mi compañero de aventuras...

¿Qué? El joven Medina se sintió increíblemente confundido ¿Por qué los presentaba como si no se conocieran?

—Es un gusto, Juan. Lamento no poder recordarte —Samuel le tendió la mano para que la tomase.

¿No poder recordarlo? ¿Qué? El joven Medina vaciló, pero pronto, le dio un apretón.

—Samuel... ¿No te acordás de mí?

Isabel se encogió de hombros, y se apoyó sobre el brazo de su hermano de manera cariñosa.

—Apenas recuerda episodios de su infancia.

No puede ser.

Luego de todo lo que había pasado...

—¿Cómo...?

—Presiento que Horacio realizó un último experimento antes de morir —explicó Isabel con frustración.

Ahora todo tenía sentido: por eso no había buscado a Isabel durante estas semanas. Había perdido la memoria.

Por un lado... ¿Eso no sería bueno para Samuel?

Su cabeza traicionera lo llevó a pensar en Benjamín. Si no recordaba a Isabel, mucho menos se acordaría de su padre.

Sintió una punzada de dolor.

—¿Cómo estás? —Samuel se animó a preguntarle—. Me dijo tu hermana que has sufrido mucho este tiempo...

—Acá andamos... —no quería mostrar sus sentimientos abiertamente—. Mi hermana es parte de mis dolores de cabeza —aprovechó a retrucar—. ¿Sabías que ha estado saliendo a cualquier hora a buscarte por el Valle?

Sangre Letal [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora