Sangre Letal [COMPLETA].

Capítulo Setenta: "El final" (Parte 1)

He dividido el capítulo en dos partes, porque sino me iba a quedar súper largo ¿Están listos?

* * *

Horacio Aguilar corrió para llegar hasta la sala conservadora de cadáveres. Mientras avanzaba velozmente por la instalación que estaba casi irreconocible —sectores despoblados, con las luces apagadas, las puertas abiertas y algunos científicos escondidos—, no pudo evitar pensar en el poder que había perdido. Sus empleados ya no le obedecían, porque se encontraban aterrorizados por la situación.

Además, estaba dejando cabos sueltos. Juan Cruz Medina era uno ¿Qué conocimientos poseía el muchacho? ¿Por qué estaba su padre con Isabel y él no aquella noche? ¿Habría recordado que Bustamante le había disparado?

Otro asunto sin resolver: Salomé ¿Por qué se había vuelto en su contra? ¿Acaso ella había organizado tan cautelosa venganza? Y sus inútiles tutores, aliados de Culturam ¿Nunca notaron que la muchacha estaba rebelándose?

Escuchaba a lo lejos el alboroto que estaban causando sus enemigos en la instalación, y una profunda congoja lo invadió. Sentía que años de estudios y de experimentos serían desperdiciados por culpa de un montón de ignorantes resentidos, que no eran capaces de comprender el valor de la ciencia.

Era consciente de que su vida no sería la misma luego de aquella noche. No podría ocuparse de sus asuntos sin resolver. Sin embargo, no permitiría que Isabel y su hijo se salieran con la suya.

Cuando llegó a destino, notó un agujero en la pared. Maldijo para sus adentros.

Ingresó a la sala, y se encontró con más cadáveres de lo esperado: Víctor Heredia yacía apoyado contra la pared, con el rostro magullado y los ojos abiertos. Sin vida.

Se acercó para examinar el cuerpo, y notó una mancha oscura de sangre en su mejilla. Él reconocería el dueño de la misma sin siquiera realizar testeos.

—¡SAMUEL! —exclamó, y le pegó una patada al cadáver.

Se sentía furioso. Su hijo, su obra de arte, la representación viva del progreso de la humanidad, lo había traicionado. Había aniquilado a su socio y había causado que los demás empleados se negaran a obedecerle.

Definitivamente, había subestimado su inteligencia. Siempre lo había tratado como a una bestia. Sin embargo, incluso estando separado de Isabel había logrado aniquilar a los guardias, violar la seguridad de Culturam y rescatar a su prima.

No sólo había menospreciado las capacidades intelectuales de su hijo, sino también la de sus enemigos. Ahora habían invadido la instalación en la cual había invertido años de esfuerzo y estaban destrozando todo a su paso.

La amargura y la ira lo dominaban. No podía creer que él, un poderoso y prestigioso científico, hubiera perdido la batalla.

Sin embargo, no había perdido la guerra. Encontraría a su hijo y a su prima, y les haría pagar por haberle destrozado la vida.