Juan Cruz abrió los ojos. Benjamín e Isabel estaban a su lado. Sus semblantes denotaban preocupación y, al mismo tiempo, alivio.
—¡Hermanito! ¿Estás bien? ¿Cómo te sentís? ¿Te duele la pierna?
¿Por qué debería dolerle la pierna?
Se sentía confundido. El último recuerdo que tenía en su mente era que había estado drogándose, que Salomé lo había descubierto y que luego habían ido a su cuarto a besarse. Nada más ¿Por qué estaba en la vivienda de su padre? ¿Por qué su familia lo contemplaba con consternación?
La cabeza le daba vueltas. Se sentía mareado, desorientado y débil. No era capaz de articular sonido alguno. Tenía la garganta seca y la lengua áspera.
—Isabel, no molestes a tu hermano con tantas preguntas —la regañó Benjamín, quien luego se volvió hacia su hijo—. Juan ¿Estás bien?
No, no estaba bien. No tenía idea qué carajo le había sucedido ¿Por qué estaba postrado en una cama? Lo único que logró decir fue:
—Agua.
Isabel corrió hasta la cocina a buscarle un poco de líquido fresco, mientras su padre configuraba la piltra para que ésta se inclinara.
Una vez que su hermana le convidó agua helada —lo cual fue muy placentero, especialmente para sus labios resecos—, se limitó a esperar a que su familia le explicara qué le había sucedido. No tenía ánimos para ser él mismo quien formulara las preguntas.
—Has tardado tres días en despertar —explicó Benjamín, en un tono de voz calmo—. Hoy es trece de febrero, Juan.
El joven Medina abrió los ojos como platos ¿Tres días? ¿Por qué? ¿Qué demonios le había sucedido? La droga que había consumido era inofensiva...
Miró a Isabel en búsqueda de respuestas, pero al instante supo que no las conseguiría. Ella ladeó la cabeza en un gesto negativo, conteniendo las lágrimas.
—Vas a tener que estar unas semanas en reposo, hijo. Tenés una herida en la pierna... Estuvimos inyectándote la medicación, pero ahora que has despertado, deberás tomar vos mismo las píldoras.
¿Una herida en la pierna? Corrió las sábanas, y vio que su extremidad inferior derecha tenía una venda. Sin decir nada, intentó quitarse la cinta, pero su papá lo detuvo.
—No hagas eso ahora, hijo. Deberías aprovechar para descansar.
'He descansado tres días, papá', pensó, pero no pronunció dichas palabras. En cambio, preguntó:
—¿Qué me ha pasado?
—¿Tenés hambre? —lo interrumpió Benjamín—, el doctor me dijo que podés empezar a comer alimentos livianos.
Estaba tan desorientado y confundido, que no había notado que su estómago estaba rugiendo.
—Hambre y sed —replicó, con voz áspera—. Me gustaría comer vegetales...
—Ahora te traigo lo que me pediste. Mientras tanto, Isabel te contará los sucesos de estos últimos días —musitó, y luego se marchó del cuarto, cerrando la puerta detrás de él.
Su hermana se sentó en el borde de la cama, y le tomó ambas manos.
—Me alegra mucho que te hayas despertado ¡Es un alivio que estés bien y que tengas apetito!
Juan le dedicó una sonrisa cansada, y preguntó:
—¿Cuándo nos mudamos? No lo recuerdo.
—Claro que no lo recordás, hermanito... ¡Estabas inconsciente cuando sucedió! Samuel me ayudó a preparar tus pertenencias para traerlas aquí ¿No te acordás de la última vez que hablamos por teléfono, cuando te dije que empezaras a empacar? No lo habías hecho, pero era importante que nos alejáramos de allí cuanto antes...
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Sangre Letal [COMPLETA].
Ciencia FicciónIsabel convive con una madre sumisa, un padrastro abusivo y un hermano menor al cual debe proteger. Samuel sólo tiene a su padre, quien lo maltrata y experimenta con él. Sus caminos están destinados a entrelazarse. Existe una sociedad secreta que ll...