Capítulo 14.

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—¿Le puede conseguir un teléfono a Samuel?

—¿Para qué?

—Para que pueda comunicarse conmigo.

—Está bien —Leona suspiró.

¡Cuántas cosas había tenido que hacer para que Isabel ya no molestara con el asunto de Ibáñez!

—Recordá no comunicarte con los demás enemigos de Culturam. No sé si no están protegiendo a Manuel. No podemos darnos el lujo de confiar en nadie.

—Lo sé. Desde que encontramos a Sam, dejamos de lado casi todo lo relacionado con la sociedad secreta de científicos. Ni siquiera hemos vuelto a visitar a Castellán a la cárcel ni hemos averiguado por el paradero de los experimentos. Tampoco sabemos si el gobierno está al tanto o no de la existencia de Samuel.

—Me parece lo correcto que no hayan buscado más respuestas sobre Culturam.

Isabel asintió por la videollamada, e hizo una breve pausa. Se veía pensativa.

—Algo más... ¿Dónde está enterrado el cuerpo de Horacio Aguilar?

—En el cementerio municipal. Sin embargo, no es recomendable que Samuel vaya a verlo.

—Lo sé. Sólo preguntaba por curiosidad.

—Está bien. Manténganse alerta ¿De acuerdo? Y no confíen en nadie. También deberían cuidarse vos y tu hermano. No sabemos si están vigilándolos.

Una vez que Isabel supo que Samuel tenía teléfono, le envió las fotos más hermosas que encontró de Daniela Medina

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Una vez que Isabel supo que Samuel tenía teléfono, le envió las fotos más hermosas que encontró de Daniela Medina.

La hermana de Benjamín y su hijo tenían el mismo color de ojos. Si no fuera por eso, la gente dudaría de que estuvieran emparentados ¡Los rasgos de Samuel eran mucho más rústicos, similares a los de su padre!

El muchacho le súper agradeció el gesto, y quedaron en encontrarse en el Mirador del Valle a las seis de la tarde, ese ocho de abril de dos mil cien.

Sí, ya habían pasado algunos días de aquel beso en el lago, y cada vez que Isabel y Samuel se veían, sus labios siempre acababan reencontrándose. Sin embargo, no habían vuelto a tener relaciones desde aquella vez en febrero... el día anterior a la muerte de Benjamín Medina.

Isabel configuró su armario para que le buscara las combinaciones de ropa más bonitas y abrigadas —ya que ese día estaba bastante fresco—, justo cuando alguien ingresó la contraseña de su cuarto y abrió la puerta.

Se trataba de su hermano.

Había crecido un par de centímetros desde que su padre había muerto y caminaba mucho mejor. Incluso se vestía menos harapiento. Sin embargo, su rostro mostraba una tristeza eterna.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó—. ¿No tenés deberes de la escuela?

—Ya los hice —contestó Isabel, sin dejar de mirar la pantalla de su placard—. Estoy viendo qué me voy a poner, ya que Samuel y yo nos encontraremos en el Mirador. El viernes tenemos permiso para ir a visitarlo a la granja ¿Querés venir? Salomé, Ezequiel y Umma nos acompañarán. Quizás hasta Magdalena.

Sangre Letal [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora