Capítulo 4.

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—Pensándolo bien... ¿Y si Aguilar nos dejó los códigos de forma accesible porque pensó que moriría? —conjeturó Isabel, al notar que habían logrado ingresar a los archivos del ordenador—. Puede que haya decido imitar lo que había hecho Damián Bustamante.

Pensar en su padrastro le causó escalofríos. La oía llorar a su madre por las noches, pero no sabía si era por él o Benjamín. Sin embargo, su presencia aún era fantasmal en la vivienda de Soledad Martínez.

—O, por el contrario, no se molestó en poner una contraseña más sofisticada porque nunca consideró que alguien que no perteneciera a los Fraudes encontraría este ordenador.

—Buen punto.

Salomé entró a la base de datos del sistema operativo. Había miles de archivos, entre ellos, las imágenes que habían captado las cámaras aquel día.

Sin dudarlo, la joven Hiedra cliqueó en diferentes videos, pero la mayoría sólo había capturado las imágenes del caos que había sido la sala principal.

Isabel sentía que la ansiedad estaba comiéndola por dentro.

La exnovia de Juan Cruz estuvo cuarenta minutos abriendo y cerrando diferentes archivos.

—Esto podría llevarnos horas de revisión —frunció el entrecejo—, y no contamos con tanto tiempo. Tendremos que dividirnos las tareas ¿Tenés tu celular encima?

—Sí.

—Bueno, yo iré al laboratorio para intentar analizar las huellas que tomamos en la vivienda de Aguilar. Vos seguirás examinando los videos y si no hacés tiempo a verlos todos, los copiarás en tu celular.

—De acuerdo... —no le gustaba la idea de quedarse sola—. Ante cualquier novedad o imprevisto, avísame.

—Claro. Vos también.

Salomé dejó la puerta abierta detrás de sí cuando abandonó la sala de transacciones. Isabel se sentía un poco nerviosa por haber quedado a cargo de la revisión. El sistema operativo de ese ordenador era demasiado amplio y complejo, y ella no tenía habilidades de hacker como Sam...

Sam... Haría lo que fuera para volver a verlo.

Se concentró, y miró decenas de videos. Algunos eran violentos, otros mostraban científicos escondidos y muchos de ellos se hallaban a oscuras.

—Maldición. Cuando invadieron la cede, deben haber detenido la mayoría de las grabaciones o las deben haber arruinado.

Isabel se sentía muy inquieta. Pasó un rato más observando cada archivo, y tuvo que contener un grito cuando vio a su papá en aquel cubículo de cristal. Su rostro se veía pálido y magullado, y tenía un agujero en el cráneo.

—¡Papá! —aulló de dolor.

Se echó a llorar en ese preciso instante. La ausencia de Benjamín la carcomía por dentro, y que él hubiera permitido que Horacio acabara con su vida para que la perdonaran a ella...

Sintió que el dolor estaba ahogándola.

—Papá... papá... —no se atrevió a levantar la vista.

Él había muerto por ella.

—Papá...

Sollozó un rato hasta que tuvo que sonarse la nariz para poder respirar. Luego, se secó las lágrimas, y se dijo a sí misma:

—Vine a buscar a Sam. Debo concentrarme en eso.

Quitó el video de su papá entrecerrando los ojos, y siguió examinando las filmaciones durante un rato largo, hasta que un archivo en particular le llamó la atención. Se trataba de una cámara que apuntaba a uno de los pasillos que nacía de la sala principal —la cual era un caos y estaba repleta de objetos rotos y de sangre—. Captó un movimiento inusual allí.

Sangre Letal [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora