Capítulo Sesenta y Dos: "Amenazas".

151 44 54
                                    

Jueves 18 de febrero de 2100.

07:05 a.m.


—En este preciso momento —anunció Horacio para todos los trabajadores de Culturam—, todas las puertas de nuestra instalación se cerrarán. Si alguien tiene que salir, permanecerá fuera de la sociedad temporalmente. Nadie, absolutamente nadie, tendrá permitido el ingreso. Mucho menos, mi hijo Samuel y su amiga Salomé.

Muchos empleados comenzaron a murmurar.

—Señor ¡Yo tengo que cuidar a mi madre! —exclamó uno.

—¡Nosotros tenemos hijos pequeños! ¡No podemos dejarlos solos!

—¡A mí me está esperando mi abuelo!

—Váyanse, entonces —replicó Aguilar—, pero no intenten regresar. Habrá hombres armados en las entradas y aplicaremos las persianas de emergencia.

—¿Usarán el mecanismo antinuclear? ¿Y eso por qué? —preguntó un trabajador.

—Porque experimentaremos con la prima de Samuel —replicó, sin pelos en la lengua. Los empleados debían ser conscientes de la gravedad de la situación—. Él no comprenderá que es por el bien del progreso científico, y vendrá a por ella, dispuesto a asesinar a cualquiera que se interponga en su camino.

—Disculpe, jefe, pero yo me retiro ¡No quiero que mis hijos queden huérfanos! —comentó una mujer joven.

—Yo también, me voy.

—Y yo.

Decenas de personas anunciaron que se marcharían.

—Recuerden mantener la boca cerrada. Ustedes firmaron una declaración jurada de silencio —los amenazó.

—Claro, señor —respondieron al unísono.

Mientras muchos empleados se marchaban, se acercó hasta Ezequiel Acevedo.

—Muchacho, vos te quedarás fuera de la instalación de Culturam. Necesito que vigiles a Salomé y a Samuel, y que detengas cualquier locura que estén planeando.

—Me está asignando una tarea difícil, señor. Isabel está aquí —le recordó—, y su hijo hará lo imposible para impedir que usted experimente con ella.

—Soy consciente de eso. Me conformo con que averigües sus planes y los retrases un poco.

—Está bien, señor —contestó, y se marchó.

Horacio se aclaró la garganta, y anunció:

—Muy bien, los que se quedan aquí ¡Pónganse a trabajar! ¡Necesito que mejoren la fórmula de los recuerdos cuanto antes!

Luego se dirigió a la sala donde Isabel se hallaba internada. Habían amarrado de pies y manos a la adolescente quien, en ese momento, estaba inconsciente. Tenía el rostro hinchado y el cuerpo lleno de moretones, pero le habían limpiado las heridas y la habían atendido.

—Necesito que Isabel esté físicamente recuperada para poder explorar su mente. Creo que los sicarios se han excedido con los golpes.

El doctor y la enfermera intercambiaron unas miradas. Seguramente estaban juzgándolo por su brutalidad.

Luego de un breve silencio, el médico anunció:

—Aunque su cuerpo sane, ella probablemente sufrirá de estrés postraumático. No sé cómo reaccionará cuando despierte.

—Mantenela sedada unos días. Necesito que esté tranquila y que se recupere, para poder someterla a la máquina de los recuerdos.

—Quizás sea muy pronto para ello...

Sangre Letal [COMPLETA].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora