Colocó la mano sobre el mango de su katana, moviendo la pequeña hebra de trigo entre sus labios, observando a sus dos enemigos: Ares, dios de la guerra griego y Marte, dios de la guerra romano, ambos siendo las dos caras de la misma moneda, dos contrapartes de un mismo ser: un dios de la guerra en dos culturas. Que pudieran coexistir era extraño para él. Pero de todos modos él debería haber muerto hace quinientos años más o menos. Tal vez un siglo menos. Su mente no pensaba en el tiempo que había pasado desde que nació, solo en el camino que había recorrido desde que aprendió a usar una espada.
El Perdedor más Grande de la Historia. Todos sus combates los había perdido, ninguno lo había ganado a ojos de nadie. Lo que no comprendían, era que no le hacía falta pelear para ver si podía ganar, para encontrar el camino a seguir para la victoria. Si perdía, solamente entrenaba en el bosque mucho más y volvía para la revancha logrando la victoria, no físicamente, pero si mental, vislumbrando el combate en su propia mente. Sus maestros lo habían comprendido. Lo habían visto en él. Aun así, jamás nadie le reconoció una victoria real porque no luchó realmente con la espada. No le hacía falta. No lo necesitaba para ver si podía ganar a sus enemigos y evitar el derramamiento de sangre.
A pesar de eso, hubo un hombre que realmente lo obligó a luchar con cada fibra de su cuerpo: Miyamoto Mushashi, el legendario samurái más grande de la historia, el mejor espadachín de todos los tiempos. Aquel hombre lo había derrotado en un combate real, dejando sangre en el camino. Fue el que lo llevó a donde estaba, llegando al punto óptimo de su propia vida: su edad madura. Era viejo. Lascivo. Ligeramente divertido. Prefería descansar sus cansados huesos a estar combatiendo. Pero era el mejor espadachín ahora. Con los años, todo lo que aprendió de sus derrotas y entrenamientos, quedó completamente grabado en su cuerpo, a fuego. Podía ver a cada maestro realizar su movimiento y él sería capaz de seguirlo hasta completar su tarea.
Todos criticarían que era un viejo samurái retirado. Él mismo sabía que su edad podría traerle más errores que aciertos. Pero todo lo que le había dado la vida, la experiencia de cada combate, no lo tendría en su edad más joven.
Sasaki Kojirō tenía presente en su mente que no enfrentaba a dioses normales. Eran dioses guerreros, expertos en el uso de todas las armas existentes hasta la fecha y él solamente manejaba una katana. Incluso Naruto o Lu Bu sabrían que lidiar con dioses guerreros sería complicado. Estaban hechos para la guerra. Eran la guerra.
Bueno, tampoco es como si esto fuera divertido siendo fácil.
Posó el pulgar sobre la guardia de su katana desplazando los pies. Podía ver a ambos dioses. Iguales y a la vez distintos, uno con armadura griega y el otro romana, pero teniendo casi el mismo rostro adusto, agresivo y de piel bronceada con el cabello negro como la misma noche. ¿A caso Zeus no había mantenido en corto a su hijo?
Rash
Desenfundó su katana liberando un ligero viento, levantando algo de polvo que detuvo a los dioses. Se impulsó en ese instante, apuntando al pecho de Ares con la katana esperando atravesarlo de lado a lado.
Crack
Sasaki se movió hacia atrás, evadiendo la pesada hacha de Marte. La gruesa hoja destrozó el suelo donde el viejo samurái había estado, dejando grietas y la marca del corte hecho por el mismo dios.
Respiró hondo poniéndose de pie. Los había analizado. Sus movimientos. Sus patrones. Todo lo que ellos fueran a hacer, ya estaba en su mente. Podía verlo tan claro como el mismo agua translucida por el sol.
Pero lidiar con un dios...no es lo mismo.
Ares se lanzó con el escudo hacia el frente, moviendo el brazo hacia atrás guiando la espada para un tajo vertical. Marte se movió hacia la derecha flanqueando a Sasaki, oscilando el hacha para un corte poderoso. Lo estaban rodeando, flanqueando. Una sonrisa se deslizó en sus viejos labios.
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Naruto: El Cazador de Demonios
FanfictionUzumaki Naruto es un estudiante normal en la academia Kuoh, con unas calificaciones promedias y sin nada demasiado destacable, salvo su enorme y sorprendente habilidad para el kendo. En un mundo donde lo sobrenatural parece haber cobrado vida de un...