Ángel de la Guerra

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Ángel. Una palabra que representaba la pureza, el bienestar, la protección, la luz, aquello que era justo. Un ángel siempre velaba por el bien de los hijos de dios, protegiéndolos del mal, de la oscuridad que el descarriado Lucifer había soltado sobre el mundo en su matrimonio con Lilith, aquella que fue antes de Eva, la mujer que destruyó la pureza del mundo terrenal y llevó a muchos ángeles en su caída, manchando sus alas con el negro de la oscuridad de sus corazones.

Los ángeles eran vistos como seres perfectos, imposibles de cometer un solo fallo, aquellos que representaban la verdadera justicia, la palabra de Elohim sobre el mundo, los que traían la luz a unos pocos, que los bañaban con el dorado de los halos que llevaban sobre su cabeza, dejando un rastro de plumas blancas para indicar su propia presencia en la zona.

Era un hecho que los ángeles solo se presentaban ante aquellos que amaban, que habían tomado a dios como su padre, dentro de sus corazones y almas. Elohim vio a los humanos como una representación suya en la Tierra, por más errores que Eva y...Adán cometieron al comerse aquellas manzanas y ordenó a los ángeles, a sus hijos divinos, salvaguardar a los mortales de todo mal, lo que dio lugar a la Guerra Santa, arrasando el mundo entero, dejando sangre anegando la tierra, tiñendo los ríos de rojo, la hierba de un color escarlata escalofriante.

Durante aquel conflicto que enfrentó al Heaven y al Inframundo, creó un tercer bando que Elohim no previó: los caídos, ángeles de alas negras como la noche en contraste con las blancas de aquellos que lo seguían, luchando contra los diablos, siendo liderados por Azazel, Baraqiel, Shemhazai...y Kokabiel. Aquellos fueron los más poderosos en caer, mostrando las plumas negras que presentaban su estatus de caídos, una deshonra para su padre. Elohim simplemente obligó a Michael y sus arcángeles luchar contra ellos, tomarlos como si diablos y demonios fueran.

Azazel respondió, seguido de sus compañeros, regando el campo con la sangre de sus hermanos, llevando la pelea con el mismo dios, aquel que no doblegaría la voluntad, creyendo que la purga era necesaria.

Y dentro del conflicto, Kokabiel manchó sus manos, sus alas con la sangre de ángeles y diablos por igual, disfrutando del caos, de la lucha continua. Veía a sus enemigos perecer, caer ante su poder sin poder hacer nada.

Y lo disfrutó.

Allí, con el rostro salpicado de sangre, el cadre Kokabiel descubrió su pasión, por lo que había caído: la sangre, la guerra y la muerte. Era su fascinación, su deseo a voces el destruir a sus enemigos, erguirse sobre una montaña de cadáveres. No le preocupaba la opinión de sus hermanos. Todos eran blandos, no podían hacer aquello que deberían haber hecho milenios atrás: la destrucción de los humanos.

Kokabiel, al igual que Lucifer, era partidario de la destrucción de los humanos, de no ponerlos en un pedestal, rodeándolos de una burbuja para protegerlos. Aquello era molesto. Ellos, seres poderosos, siendo los perros guardianes de una raza que merecía la extinción.

Solo pudo sonreír cuando dios, el padre de los ángeles, simplemente murió en la guerra. Nadie podía pararlos ahora...salvo Azazel. Su hermano idiota los detuvo, cuando podían terminar con Michael y los demás, obligándolos a retirarse, esconderse en una ciudad del Inframundo llamada Grigori, otorgada por los Maō en un símbolo de paz momentánea. Una paz que duró dos mil años y él estaba dispuesto a destruir.

Kokabiel movió sus ojos rojos, mostrando sus diez alas oscuras, más negras que la misma noche, observando a los cansados Gremory, con la exorcista de cabello azul oscuro y el chico que había derrotado a Freed. El idiota de Valper creyó que era importante...y solamente era un mosquito, alguien a quien destruir cuando fuera necesario. Solo era un peón en su juego. Las verdaderas piezas estaban reservadas para el final.

Naruto: El Cazador de DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora